En el Museo del Libro y de la Lengua se inauguró una muestra sobre la vida y obra de Sara Gallardo. Para conocerla mejor, la experta Lucía De Leone nos cuenta sobre el legado que dejó la autora, su particular manera de escribir y por qué cree que fue ignorada y luego reivindicada.

Novelista, cuentista, periodista, corresponsal, también incursionó en la ficción para el público infantil. A través de distintas obras como Enero; Los galgos, los galgos; Eisejuaz; El país del humo, y sus picantes artículos en la revista Confirmado, se convirtió en una de las grandes personalidades de las letras argentinas. Luego de su muerte, estuvo olvidada durante años, hasta que la crítica académica reivindicó su trabajo y aporte a la cultura nacional. Se trata de Sara Gallardo, a quien, a 30 años de su fallecimiento, el Museo Nacional del Libro y de la Lengua le rinde homenaje con la muestra “Sara Gallardo, la poética del espacio”.

Esta exposición retoma el texto del filósofo francés, Gaston Bachelard, en el que reflexiona sobre cómo habitamos los espacios vitales y hacemos de ellos un cierto “rincón del mundo”. En esta puesta es Gallardo quien, a través de sus textos, se hace presente para recorrerla, habitarla y, quizá, redescubrirla. Y lo hace mediante “Las siete puertas”, ya que la curaduría -a cargo de Esteban Bitesnik- está pensada desde este cuento para chicos, en el que la escritora crea distintas aventuras que vivirá su personaje protagonista, Nicolás. Cada una de esas puertas será la entrada para conocer distintos mundos posibles.

En el texto curatorial, Bitesnik comenta:

“Nos encontraremos con espacios donde habita lo fantástico, como en el El país del humo, o la desazón y la soledad de la mítica Patagonia que sirve como escenario de una de las historias de La rosa en el viento. Las representaciones del ámbito rural cobran otra fuerza y se distancian de la tradición nacional en Los galgos, los galgos y Enero, obras en las que los paisajes rurales acompañan a las pasiones de los personajes y van transformándose con ellos. Otro caso es Eisejuaz, en el que la distancia se evidencia por dos vías: el espacio hostil y violento del Chaco salteño, donde el mataco alucinado intentará encontrar la respuesta de Dios, y el uso de un habla inventada. La ciudad también funciona como telón de fondo de sus obras, particularmente en Pantalones azules”.

Estos escenarios, entonces, son espacios que funcionan como puertas de ficción, para “configurarse a la par de los personajes” -como dice Bitesnik- y, desde allí, tal vez conocer a una Sara Gallardo más íntima y personal; una escritora que, sin dudas, invita a recorrer sus páginas más interesantes y vivir otras experiencias como lector.

Lucía De Leone, doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires, es una las investigadoras que se ocupó de estudiar y rescatar la producción de Gallardo. A continuación, nos cuenta más sobre su trabajo y reivindicación de la autora argentina.


Lucía De Leone

¿Qué fue lo más importante de rescatar la obra de Sara Gallardo?
Desde que leí su primera novela, Enero, quedé impactada con su escritura. A partir de ahí, con quien fue mi directora de tesis, Nora Domínguez, comenzamos un grupo de estudio sobre escritoras que habían empezado a publicar en los 50 y 60 en la Argentina: un momento en el que se produce una ampliación de la escritora mujer en el campo cultural, de manera inédita en el campo literario de nuestro país. Y empezamos a abordar a autoras que no habían sido parte de ese fenómeno, o sí, pero no habían trascendido, como Elvira Orphée y la propia Sara Gallardo. Leopoldo Brizuela ya habían abordado estudios sobre la obra literaria de Gallardo y a mí me pareció también interesante explayarme por todo otro campo que no estaba revalorizado, que fue su escritura periodística.

¿Creés que en 2018 todavía puede decirnos algo? ¿Por qué vale la pena leerla?
Sin dudas creo que Sara Gallardo es una escritora actual y en el mismo sentido en que ella lo pensaba. Es decir, quizá, en una primera lectura se la puede tildar de anacrónica, que igualmente hoy, después de todas las teorizaciones de Didi-Huberman sobre anacronismo sería decirle un piropo a Gallardo. Pero en su momento fue una de las autoras dejadas de lado por la crítica.

Es actual no solo por sus temas que podríamos decir que tocan la propia patria, la cotidianidad, existenciales, revoltosos y con una gran anticipación en cuestiones de género sin ser feminista. Es decir, se la puede leer porque no creo que esté marcada por cronologías determinadas.

Su libro El país del humo tiene cuentos críticos interesantes que abordan las relecturas de las crónicas de América, de la conquista del Continente, la reescritura de toda la gama de personajes del desierto. Pero, además de eso, también se pueden leer como un libro de cuentos en el que hay valoración de la técnica, amores lésbicos, ciertos personajes prostáticos: aquellos que se valen de prótesis para sus vidas: un hombre que se pone alas para volar o una mujer que se pone una boca postiza para seducir. De algún modo, precyborgs. Por eso creo que Gallardo sigue absolutamente vigente.

Algunos hablan de una cierta construcción que Gallardo hizo -o hicieron- de su imagen. ¿Qué opinás? ¿Cuál es esa imagen?
Es con su colaboración en la revista Confirmado, en la que Sara Gallardo construye una imagen de escritora vinculada con el periodismo, así como Beatriz Guido fue la escritora del set, por toda su relación con el cine, o Silvina Bullrich de la televisión y las ventas comerciales, como para pensar cómo se configuran ciertas imágenes de escritores. En esta revista, ella tenía una columna semanal con foto y firma autoral. Es decir, estrella. Además, durante siete u ocho años, tuvo una columna sobre moda que no firmaba. Igualente, siguió escribiendo ficción. Durante esos años, escribió Los galgos, los galgos, que es su novela más famosa. Y Confirmado también le sirve para darse a conocer y como personaje.

De hecho, hay un ida y vuelta muy interesante en el correo de lectores sobre quién es Sara Gallardo: si existe, si es real, si es tan linda como en la foto, si es la de la foto. Todo eso le da un marco para patrocinar algunos de sus libros. Hacia fin de los 60, sus columnas cobran una gran popularidad.

Hay en la literatura de Gallardo cierto recorrido por los márgenes canónicos literarios de la época. ¿Creés que eso fue la causa de cierto olvido y a la vez de reivindicación?
Esta es una pregunta que siempre me atravesó como investigadora de su obra. No sé si pude encontré una respuesta certera. Pero sí pensé, imaginé y sostuve durante mucho tiempo es que, por un lado, sus universos referenciales podían hacerla como una escritora remanida. Muchos decía: “Uy, vuelve con los temas de la patria”, “Uy, vuelve con la novela rural”, cuando se estaban esgrimiendo otras propuestas en el campo estético a partir del Boom. También creo que algunos obturaron ciertos sentidos en sus obras, cuando luego se pudieron leer otros. Por ejemplo, Enero no es una novela rural solamente. Creo que esas fueron algunas de las excusas que dio la crítica.

Por otro lado, la construcción de canon siempre depende de muchos factores académicos e institucionales. Hace unos años se está reformulando. Pero claramente siempre fue patriarcal, heterosexista, normativista. A Silvina y Victoria Ocampo no les costó la clase como sí le costó a Sara Gallardo. Entonces, me parece que es importante continuar revisando esos modos de ordenar la literatura argentina.

En su novela Enero, se tratan temas como la maternidad, la violación, el abuso. ¿Pensás que hoy podría leerse como una novela feminista mucho más que en el momento de su publicación?
No podría asegurar que Sara Gallardo haya escrito su primera novela de esa manera. Sí le interesó contar una historia rural desde el punto de vista de una hija de puestero, pobre, fea, sin muchas expectativas, pero que se enamora en un episodio bastante confuso. Pero lo que hace Gallardo, que es lo interesante de esa novela, no es narrar una violación o abuso así como así. Sino que construye una trama, a través de dispositivos narrativos, de modos de narrar y de imágenes, en la que la voz y la conciencia de la protagonista se van mezclando y contaminando. Usa el monólogo interior, el discurso indirecto libre, para que, de alguna manera, no quede todo tan claro. Pero de todas formas no creo que sea una novela feminista, más allá de toda la alusión que hoy pueda realizarse y las lecturas que habilitan nuestra época. Aún así, me parece de una gran valentía salir en ese momento con una novela como Enero.

En Eisejuaz, Gallardo pudo crear un nuevo lenguaje. ¿Qué opinás sobre su escritura, quizá, tan camaleónica con la que abordó distintos géneros?
Me gusta la imagen de literatura camaleónica. También me gusta pensarla como un gran rompecabezas, porque cada obra Gallardo trae una propuesta distinta. Esto implica justamente no poder encorsetarla, encasillarla en constelaciones crítica prefijadas o en paradigmas interpretativos. Nos despista y, a la vez, nos atrae. Creo que esa es una de las virtudes de su obra. En cada novela hay una nueva Sara Gallardo. Eso la hace original y, quizá, es lo que explica todo este fenómeno de revalorización.

Se puede visitar «Sara Gallardo. Poética del espacio» Hasta el 03 de marzo de 2019, en el Museo del Libro y de la Lengua, Av. Gral. Las Heras 2555, CABA