Una multitud de rosarinos se autoconvocó en cuestión de horas en la noche de ayer. Protagonizaron la protesta popular más importante contra la inseguridad pública y el reclamo de justicia para las víctimas de delitos graves como el narcotrafico.

Un gigantesco enjambre de hombres y mujeres enojados y emocionados se dio cita desde numerosos barrios frente a Tribunales y cubrió toda la Plaza del Foro. Siempre con la advertencia de que debía ser una manifestación pacífica, la masa se encolumnó y avanzó bajo aplausos sostenidos por calle Moreno hasta desembocar frente a la sede local de Gobernación, en plaza San Martín, con la vehemencia de sus gritos dirigidos contra los tres poderes republicanos y los tres niveles del Estado, pero con mayor enjundia contra jueces, abogados, gobernador e intendenta.

La escalada de homicidios -26 en los últimos dos meses- y asaltos del tipo entraderas que experimenta Rosario fue el terreno fértil donde brotó esta marcha convocada de manera espontánea desde ciertas familias sensibilizadas por sufrir la violencia criminal en carne propia. Desde el perfil de Facebook S.O.S. Rosario Sangra, los deudos de Rubén Figueroa -asesinado por un adolescente en un asalto al kiosco familiar de Montevideo y Castellanos- empezaron a organizar. Coincidieron familiares y amigos de Nahuel Ciarroca -muerto la semana pasada en Virasoro y Dorrego en un robo callejero-, y luego se prendieron familiares de víctimas de la tragedia de Salta 2141, y siguieron sumando. Tanto, que ayer al atardecer la convocatoria sorprendió a los propios convocantes.

«Gracias, Rosario. Hoy he vuelto a creer», agradeció Enrique Bertini, cuyo hijo murió en una entradera hace dos años.

Sobre el gentío emergían carteles y banderas con decenas de rostros y nombres que murieron por la violencia delictiva. Decenas de historias de dolor, del centro, de Echesortu, Larrea o Saladillo se encontraron en una misma causa común. Todos gritaron más o menos las mismas broncas, el mismo dolor, reconocidos entre sí por la particular mirada emocionada de los que ya agotaron las lágrimas.

Marcela Nissoria, viuda de Hugo Montefusco, una de las víctimas de Salta 2141, arengó a los asistentes a «despertar a tiempo, porque nosotros no tuvimos esa oportunidad y lo estamos pagando: hoy todos somos ciudadanos comunes llamando la atención», dijo.

Liliana Durán, madre de Ezequiel Perrone, asesinado hace dos años en una entradera en Riobamba al 4300, evocó: «En dos segundos se me acabó la vida. Rosario sangra y mi barrio, Bella Vista, no da para más. Pido tolerancia cero a los delincuentes».

Bajo una gran bandera con el rostro de Fabricio Zulatto, sus padres y amigos apuntaron a la jueza de Ejecución Penal Luciana Prunotto, que había liberado a un homicida que ahora está imputado por el crimen de ese joven, ocurrido días atrás.

Miguel Angel Pereyra, por la pérdida de su hija Marisol, concluyó: «Cada marcha es revivir el dolor, pero lo hacemos por ustedes, vecinos, para que no les pase lo que nos pasó a nosotros. Acá hubo un clic, porque no es casual que el gobernador Lifschitz se haya reunido con los fiscales, y que la intendenta Fein haya pedido gendarmes, que la prensa hoy se ocupe de este flagelo». De fondo, más aplausos, un coro que prometía «se va a acabar esta costumbre de matar», y una rechifla generalizada cuando alguien desde los altavoces mencionaba a alguna autoridad política o judicial. La madre de Nahuel Zalazar, a su vez, advirtió: «Que nadie saque provecho político de nuestro dolor. La única remera que tenemos puesta es la de nuestros familiares muertos. Los chicos deben volver a casa vivos cuando salen. Que los responsables lo entiendan, o que renuncien».

Fuente: Rosario 12