La editorial salteña Ay Caramba! publicó un libro de relatos que van de lo explícito a lo grotesco, con dosis de cinismo: Miss O’Ginia 2.0, del ecuatoriano Fernando Escobar Páez. Conversamos con los editores sobre su elección por esta prosa cochina y con el escritor acerca de gustos literarios, pornográficos y tapires que lamen vulvas. (R.E)

De entrada no vamos a adelantar nada del libro, en primer lugar porque no nos cierra el spoiler y es segundo porque la curiosidad puede solucionarse fácilmente si es que el lector así lo desea, pues para conocer un poco más de la escritura de este compadre ecuatoriano basta con ingresar a su blog, también titulado Miss O’Ginia, donde podemos leer, por ejemplo que Escobar Páez ha nacido allá por 1982 en la capital ecuatoriana, que ha sido traducido a otros idiomas, se dedica al periodismo, ha participado de varias antologías y tiene publicados otros títulos, además del que ahora nos interesa: Los Ganadores y Yo (2011), Escúpeme en la verga (2013) y una edición previa del libro que los muchachos de Ay Caramba (una editorial bastante simpsoniana, por lo visto) publican en Salta, luego de que ya lo hicieran otras editoriales en Barcelona y Arica en los pasados años.

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La vagancia editora

Alejandro Chiri y Benjamín Liendro forman parte de la editorial local que ha decidido salir de sus fronteras y comenzar a publicar a autores de otros lares. Hasta ahora publicaron dos títulos y Chiri nos cuenta que lo que planean “es trabajar con narrativa. Eso es lo que más nos interesa, claro que también tenemos planeado un par de libros de poesía, pero para más adelante”. Mientras Liendro nos comenta: “Pienso que Ay caramba! si tiene una idea, sólo que es demasiado inconsciente su expresión, digo no me parece que sean casualidad que los tres libros tengan una tapa llamativa… ponele en la primera “Antojologia” (compilación de textos de la Revista Sonámbula) era caricaturesca… el segundo libro “Que hace bolú” tiene unos colores fuertes y una hormiga y el tercero otra vez la estética del comic o no sé, la idea de jugar con algo distinto. Eso a nivel «formal» pero también a nivel de contenido los tres libros claramente tienen una nota en común que la aleja del decir o la palabra poética tradicional. Alguien podría pensar que son incluso malos libros, pero una mirada más amplia te permite pensar que también son libros diferentes que arriesgan más que otros, tanto desde los efectos de lectura como de lo estrictamente literario”.

Entrando de lleno al libro, la pregunta obligatoria es cómo unos changos salteños llegan a tener contacto con un ecuatoriano al punto de plantearle la (re)publicación de su libro: “Descubrí su blog de casualidad y ahí estaban esos cuentos porno con dinosaurio. Después de leer un par de cuentos me puse en contacto con Fernando y ahí le tire la idea de editar el libro y se dio así sin muchas vueltas”, comenta Chiri, a lo que Liendro agrega: “Hablando de Miss O’Ginia… a mí no me gustaba primero el libro pero luego de una segunda lectura aprendí que si queremos escribir mejor hay que perder el miedo de escribir palabras como pene, vagina, verga, etc. cosas que varios hacemos pero en algún punto sentí que lo hacíamos todavía tímidamente. Mientras este tipo llevo todo al extremo e hizo que nuestras peores babosadas parezcan naif… construyendo el concepto de un libro pornográfico. Podés comparar Elogio de la madrastra el capítulo que habla de los cerotes de don Rigoberto con cualquier ‘cuento’ (otro problema: ¿Es un cuento? ¿Un diario?) de Escobar Páez, ponele Chewbacca (que habla de los pelos del ano). El de Vargas Llosa es erótico y el de Fernando es pornográfico, y eso te hace pensar todo un concepto de la literatura pornográfica y erótica y si esa categoría -literatura pornográfica (no en el sentido de best seller)- existe y es operativa”.

En cuanto a la lectura del libro, Chiri nos cuenta: “Lo chocante y grotesco de su prosa creo es lo que en primera instancia llama la atención. Pero en una segunda lectura uno descubre q ahí hay algo que nos despierta otras sensibilidades. El libro es piña, no en la cara, sino en las bolas”: Al respecto Liendro acota: “Este libro nombra cosas que nos atrevemos en algún sentido es un libro honesto que trabaja con la cultura popular y ese trabajo con la literatura popular es lo que lo hace bueno, porque esos prejuicios están siempre presentes. Después también tenés que darte cuenta que claramente el tipo es un letrado (tiene un poema que reproduce para mí el tono de la poesía rimbaudiana) y un personaje. Él mismo se construye como personaje literario porque no cualquiera diría que es misógino”.

De Ecuador con amor

Nos contactamos con Fernando, quien amablemente accedió a responder algunas preguntas vía correo electrónico. Si el momento se da, cuando Escobar Páez pise estos valles, seguramente compartiremos una cerveza y ahí la conversación será más amplia. Por ahora reproducimos el resultado del intercambio virtual:

C.P.: Primero, como para presentar un poco el libro, ¿qué es Miss O’ginia? para los lectores de estos lares que no están muy enterados de tu escritura.

Miss O’ginia es un libro que salió en Ecuador en el 2011, luego fui agregándole textos y editándolo un poco y la edición que acaba de salir en Salta con los amigos de Editorial Ay Caramba! es su cuarta edición…  antes ya fue publicado en España y en Chile, siempre en editoriales under, pues es claro que el tipo de escritura gamberra guarra de ese libro jamás tendrá espacio dentro del catálogo de las empresas multinacionales editoriales. Es un libro que construí a raíz de una ruptura traumática, una especie de catarsis a fuerza de electroshock y venganza porno. Contrario a lo que uno esperaría por el título, más que odio hacia la mujer, es un libro que habla de frustración e impotencia, por eso solo en un cuento consigo follar, en el resto de textos me dejan con la verga parada y triste… sin embargo debo reconocer que la venganza fue el motor que me llevó a escribirlo.

C.P.: Nos llama la atención el juego con los epígrafes, hablame un poco de eso. Casi todos los textos tienen uno, y muchos de ellos pegan justo en la tecla.

Los epígrafes vienen de mis lecturas de varios autores que para mí son de cabecera, como Leopoldo María Panero, Arthur Rimbaud, George Bataille, Ernesto Carrión -un poeta ecuatoriano muy bueno- etc, así como de la música que escuchaba en la cantina mientras borracho escribía los textos, ahí aparecen Calamaro, Nirvana, Albert Pla. Muchas veces a partir del epígrafe me venía la idea central del texto y lo que yo hacía era una especie de reescritura / coletilla, acomodando la cita original a mis protervas intenciones.

C.P.: Pasando a otro tema, no tan alejado, ¿cuáles son tus gustos en cuanto a la pornografía? Porque se nota una exploración de la terminología del porno. Cada quien tiene sus preferencias y como dice la regla 34, si existe, alguien ha hecho porno de eso.

En realidad mis gustos son bastante convencionales en eso, me encantan los clásicos videos de orgías entre colegiales rusas que reciben dobles penetraciones, las lesbianas jovencitas, gangbangs, cum swallows, nada muy extremo. Una vez vi un video donde un tapir -creo que ustedes en Argentina les conocen como “dantas”, y es una especie de pariente del rinoceronte pero con cara de oso y trompa de chancho- le da sexo oral a una guapa chica italiana que tenía el pubis muy velludo… honestamente después de dos minutos me aburrí del video, pero quedó la idea para uno de los textos del libro.

C.P.: Para terminar, hay cierta recurrencia al lenguaje académico, médico y hasta legal (si no me equivoco), ¿esa preferencia es un mero recurso o hay algo más detrás de encarnar esas voces?

También tiene que ver con mis lecturas. Al margen de la literatura, suelo leer bastante sobre ciencia y tecnología. De hecho, cuando era niño mi sueño era ser paleontólogo, por eso cuando desde la tierra de una de las bestias prehistóricas más imponentes, el Saltasaurio, que era un saurópodo enorme tipo diplodocus, me propusieron publicar el libro, no lo dudé ni un segundo… ojalá el próximo año pueda estar por ahí, que de Argentina solo conozco Buenos Aires pero ahí pasé tan borracho que me olvidé de buscar huesos.