María Elena Delgado vino a Salta para difundir la búsqueda de su hija Sofía Herrera, desaparecida en Tierra del Fuego en 2008. Relato de una madre que no para de recorrer el país y se reunió con la presidenta pero no fue recibida por la ministra de DDHH salteña Marianela Cansino. (Federico Anzardi)

María Elena Delgado es un ama de casa de Río Grande, Tierra del Fuego. Allá estaba el 28 de septiembre de 2008, un domingo, día para pasear con la familia. Eso estaba haciendo junto a su marido y su hija Sofía. No había casi nadie en la zona, apenas ellos tres y algunas pocas personas más. La soledad que corresponde a un camping en el culo del mundo. Tan poca gente andaba por el lugar que todavía no se pudo explicar cómo fue que Sofía desapareció en un mínimo lapso de tiempo, sin dejar rastros ni una pista que ayude a esclarecer un caso que lleva años sin novedades.

Desde entonces, María Elena, su esposo y Giuliana, la segunda hija del matrimonio, nacida en enero de 2009, buscan a Sofía por toda la Argentina y países limítrofes.

El miércoles 18 de febrero de 2015, María Elena baja de su habitación dos estrellas ubicada a metros de la terminal. Allí se está hospedando desde el sábado 14, en una nueva parada de su ininterrumpida gira nacional en búsqueda de Sofía, que ya la hizo recorrer casi todo el país. Estará en nuestra ciudad hasta las primeras horas del jueves 19. Sólo cuatro provincias no fueron visitadas por esta madre que no se rinde, a pesar de que acusa la falta de novedades y el desgaste de la ruta en el rostro y en su actitud, entre resignada y firme. Apenas se sienta en el bar del hotel cuenta que el gobierno de Tierra del Fuego pagó los pasajes y que el Ministerio de Derechos Humanos de Salta se está haciendo cargo de la estadía. Explica que de otra forma resultaría imposible continuar difundiendo el caso, ya que no cuenta con recursos.

“Sofía ya tiene diez años, lleva seis años desaparecida. Y la verdad es que no tenemos absolutamente nada de ella, y lo que hacemos es seguirla buscando, tratar de mantenerla en la memoria de la gente, porque si no, pasa el tiempo y todo se olvida. Todo pasa muy rápido. La gente tiene su vida y se va olvidando. Eso es lo que no queremos. Aparte cuando hay un niño desaparecido no hay que parar de buscarlo”, dice al comienzo de la charla.

Además de la estadía, el Ministerio de Derechos Humanos de Salta prometió, según cuenta la mujer, reuniones con distintas autoridades locales. Es una práctica común desde 2012, cuando el gobierno nacional y el de Tierra del Fuego empezaron a coordinar con las provincias para asistir a María Elena en su búsqueda. Lo hicieron a partir de que ella le dijera al juez de la causa que no se iba a quedar quieta esperando alguna noticia. Para entonces, su marido ya había gastado 200 mil pesos de una indemnización laboral en recorrer el país, mientras María Elena estaba en el sur, cuidando a Giuliana. Ahora, el hombre trabaja y ella viaja.

En Salta, María Elena habló con los medios y salió por su cuenta a pegar afiches en espacios públicos y comisarías. Pero no está conforme, siente que se podría haber hecho mucho más. Los feriados de carnaval provocaron una caída notoria en la atención que recibió y además, el Ministerio de Derechos Humanos no cumplió con sus promesas.

“Yo lo que más necesitaba era reunirme con gente del Registro Civil, jefes policiales, jefes de Gendarmería, de Educación, para que tengan el caso presente en las escuelas. Bueno, ninguna de esas reuniones se hizo. Me dijeron que se iban a hacer pero no se hicieron. Me hubiese gustado que me vean personalmente y decirles ‘soy la mamá de Sofía, tengan el caso presente, si ven una nena parecida, de esta edad, denuncien’. Y bueno, ya me tengo que ir”, cuenta.

La ministra de Derechos Humanos de Salta, Marianela Cansino, tampoco la recibió. María Elena cuenta que la acompañaron y atendieron otros funcionarios del área, “pero la ministra estaba viajando porque había pasado algo en otro lugar. Se ve que no tuvo tiempo”, dice.

María Elena califica el trato recibido en Salta por parte de Derechos Humanos como “regular” en comparación con el que recibió en otras provincias: “Salta entra en regular porque yo vine con intenciones de reunirme con mucha gente. Pero bueno, ellos (los funcionarios de Derechos Humanos) quedaron a cargo de hacerlo. Entregar los afiches, hablar con la gente del Registro Civil, Policía, Gendarmería. Que estén al tanto que seguimos buscando a Sofía”.

La gente de Derechos Humanos que la asesoró en Salta tampoco le habló sobre la existencia de la Comisión de Familiares Contra la Impunidad, que desde hace más de 200 semanas marcha todos los viernes alrededor de la Plaza 9 de Julio exigiendo justicia por asesinatos o desapariciones. “Ay, no. El Ministerio no me dijo nada de la existencia de esa Comisión”, se lamenta María Elena, y reconoce que de haber conocido su existencia, los habría contactado.

Durante los seis años que lleva buscando a Sofía, María Elena Delgado se reunió con la presidenta de la Nación, Cristina Fernández, el ministro de Justicia y Derechos Humanos, Julio Alak, y otros padres de personas desaparecidas en los últimos años. “Hablé con el papá de María Cash, que hoy no está, falleció buscando a su hija. Con la mamá de Marita Verón, con la mamá de Fernanda Aguirre, que falleció hace unos años, también buscando a su hija. He hablado con mucha gente. Mucha gente se contacta conmigo. Lo que necesito es difusión y apoyo de la gente que tiene que manejar este tema”, explica.

“Quiero pedirle a toda la gente de Salta que me ayuden a difundir la carita de Sofía”, dice María Elena. Explica que hay una página web (sofiaherrera.com.ar), un número gratuito (0800 222 7634), y que a ella se la encuentra en Facebook como María Elena Delgado. Pide que los salteños la ayudemos “a poner el afiche de Sofía en lugares públicos, donde alguien lo pueda ver. Y si alguien tiene algún dato o más, que le parezca importante o no, que igual llame, porque por ahí podemos llegar a Sofía”.

María Elena cuenta que la desaparición de Sofía fue la primera de una nena en su provincia. “Después no volvió a desaparecer ningún niño. Fue el primer caso que hubo y la verdad que fue todo muy extraño porque no había nadie en el camping, fue algo demasiado rápido”, repasa. A ocho meses del hecho se detuvo al cuidador del camping pero se lo liberó al no encontrarse pruebas en su contra. Desde entonces, el matrimonio no sabe qué hacer, más que difundir el caso.

La lucha de María Elena es doble. Es la búsqueda de su hija y una cruzada contra el olvido mediático, en tiempos en los que se opina en 140 caracteres y se pasa rápidamente al próximo tópico. “El caso de mi hija tuvo mucha repercusión cuando pasó. Y todo eso tiene que ver según lo que esté pasando en el país. Este mes fue el caso Nisman. Otra vez fue la asunción del Papa, y así. Toda noticia va tapando otra y los casos van quedando atrás. Los medios tienen su vida, van buscando la noticia fresca y se van olvidando de los casos anteriores. Eso es lo que yo no quiero que pase con mi hija. Necesito que esté presente en la gente”.

En Río Grande, los vecinos ven a Sofía en Giuliana, pero María Elena separa las aguas: “Giuliana se crió con la búsqueda de su hermana. Está por empezar primer grado. Y mucha gente que la ve no disimula, la encuentra parecida, pero para nosotros no. Giuliana es Giuliana y Sofía es Sofía”.

María Elena recuerda a su primera hija como una nena muy dulce y mimosa. “En ese tiempo era única hija, vivíamos los tres solos y era muy mimosa. Tomaba mamadera, usaba chupete. Una nena chiquita que no iba a jardín todavía. Cuando desapareció no sé cómo sobreviví los primeros días, porque me imaginaba cómo estaría, dónde. Y es lo que me pregunto hoy”. Reconoce que en la búsqueda por el país no los ayuda nadie: “Mi familia y mis hermanos trabajan todo el año. Todos tienen que seguir su vida”.

“Hay días que estoy mal, hay días que estoy mejor. Ha pasado tanto tiempo. No sé cuánto tiempo más voy a pasar buscándola, cuándo va a aparecer. Es difícil vivir con este dolor, con la incertidumbre de no tenerla”, dice y se la nota con miedo, tambaleando todo el tiempo entre la falta de iniciativa que trae la frustración y los recuerdos y el amor, que sirven para no abandonar.