El escritor e historiador Norberto Galasso aseguró que el desenfrenado endeudamiento macrista no es pragmatismo coyuntural, sino el resultado de una visión de país percibido como productor de materias primas y espacio de especulación financiera.

El historiador Norberto Galasso explicó en diálogo con Cash que “luego de concluir mi primer libro sobre la deuda en 2002 (De la Banca Baring al FMI. Historia de la deuda externa argentina), fui siguiendo el tema bajo la idea de hacer un segundo tomo con la historia final de la deuda, en base a la política de desendeudamiento que había iniciado Néstor Kirchner”. Pero el escritor y ensayista explicó que no tuvo otro remedio “que ponerle Triunfo Buitre. La deuda externa de los Kirchner a Macri (Editorial Colihue) a mi último libro”. Galasso recurrió también a su profesión de Contador Público Nacional (UBA) para hacer un minucioso seguimiento sobre los números de la deuda, para lo cual obtuvo información decisiva de la ONU.

 “El problema de la información sobre la deuda, es que hay muchas contradicciones, incluso entre organismos oficiales, por no hablar de los periodistas, que muchas veces dan cifras exageradamente altas o bajas. La solución provino a través de Alfredo Fernando Calcagno, quien trabajó en la Cepal y me brindó datos fidedignos sobre la evolución del PIB y el endeudamiento argentino según la ONU, aunque hasta 2015. Sus estimaciones, eran que para 2016 y 2017 se tomarían 130.000 millones de dólares de deuda, y lo cierto es que es una proyección muy probable”.

Los números obtenidos por Galasso son contundentes: mientras que en 2003, inicios de la gestión kirchnerista, la deuda pública representaba el 139 por ciento del PIB y el 82 por ciento estaba nominada en dólares, para 2015 esa relación había descendido a 49 y 18 por ciento, respectivamente. Con la llegada de la Alianza Cambiemos al gobierno, se amplió al 63 y 31 por ciento en el primer año y estima de 73 y 41 por ciento para 2017.

Galasso sostiene que la influencia del macrismo comenzó antes de su arribo al gobierno, ya que “en declaraciones publicas ellos dejan en claro que hay que subordinarse, lo cual fortaleció a los buitres en su negativa en llegar a un arreglo justo. Y esto parte de la concepción del actual gobierno, de que las deudas se deben pagar, más allá de su legitimidad, algo que también se ha logrado imponer en gran parte de la sociedad, ya que cuando desde nuestro Centro Cultural Enrique Santos Discépolo trabajamos junto al Frente Nacional contra la Pobreza (Frenapo), planteamos una especie de encuesta a la ciudadanía sobre temas vinculados a educación, salarios, industria y deuda. La mayor parte planteaba la necesidad de fortalecer desde el Estado estas cuestiones, pero en relación a la deuda, sostenían que había que pagarla, sin reparar en su origen vicioso, en el amplio segmento de deuda odiosa que documentó Alejandro Olmos, o en el hecho de que gran parte fue prestada a un gobierno inconstitucional.

¿El endeudamiento record, con la última emisión de un bono a 100 años, tiene como objetivo llegar con chance a las elecciones legislativas o es parte de un proyecto más ambicioso?

–Es la vuelta a la Argentina semi colonial. No se trata de pragmatismo coyuntural del gobierno de Macri, sino que forma parte de una política coherente con la visión de la Argentina y del mundo que tiene. Están convencidos de que el país tiene que ser productor de materias primas y alentar la especulación financiera, lo que además les resulta redituable para sus propios negocios, ya que uno puede ver como sus empresa poseen cuentas en paraísos fiscales y fugan divisas al exterior. Para lograr esto no les importa subordinar todo lo demás, como la unidad regional, la disminución de la mortalidad infantil, la quita de medicamentos a jubilados, el salario, el empleo, o la industria. Se trata de una reedición de la vieja argentina, que también buscó restaurar la dictadura genocida de 1976.

Ante este nueva realidad vinculada a la deuda, ¿cómo evalúa los dos canjes de deuda en default? ¿Fue por la determinación de Néstor Kirchner o ayudó el contexto local e internacional?

–Creo que fue Néstor Kirchner, que incluso se peleaba con Roberto Lavagna y Guillermo Nielsen, que sostenían que sus planteos eran disparatados. Kirchner en muchos aspecto tenía una audacia increíble, sostener que los muertos no pagan las deudas y otros discursos muy fuertes demostraban cuál era su posición, que también está inscripta en el surgimiento del peronismo, que no quiso entra al FMI, aunque sabemos que esa no es una característica de todos los dirigentes peronistas, y menos de muchos de ellos que están en el candelero. Tengo un gran recuerdo de él, aunque solo lo vi una vez, pero me demostró que era un tipo con una gran rapidez política, mucha audacia, y fue decisivo en la reducción de la deuda.

En esos momentos el juez Thomas Griesa se mostraba ecuánime al juzgar el litigio entre la Argentina y los buitres. ¿A qué se debió su cambio?

–Griesa, en efecto, al principio actuó bien, pero después, como la mayoría de los jueces cuando hay mucho dinero y presiones de por medio, empezó a darse vuelta. Pensemos que estamos hablando nada menos de los fondos buitre, que se manejan como un país, con cientos de empleados que realizan todo tipo de lobby. Ahí se ve lo que el poder puede hacer con las personas, como también lo vemos en nuestra justicia o en nuestra intelectualidad, como tipos con trayectoria sucumben y se subordinan al poder.

¿El hecho de que el FMI y los Estados Unidos hayan apoyado en un principio el reclamo argentino exhibe la real fortaleza de los buitres?

–Se trata de un fenómeno sorprendente, el poder de esos financistas, tan escandaloso, y como lograban cercar a funcionarios, incluso a algunos que los apoyaban aunque pidiéndoles un poco de prudencia, pero ellos no se conformaban con nada. Esto debe inscribirse dentro del fenómeno de que el flujo financiero global es superior al PIB mundial. Acá mismo en Argentina vemos como funciona un gobierno ligado a los paraísos fiscales y que privilegia la valorización financiera.

¿Cree que la actitud de los fondos buitre tiene como objetivo solo maximizar la rentabilidad o existe una postura ideológica de disciplinar a los países que no se subordinan al régimen financiero mundial?

–En base a mi trabajo yo veo que hay por encima de todo codicia, los negocios rápidos, quintuplicar las inversiones en poco tiempo. No pude observar una ideología favorable a un régimen y en contra de los rebeldes, en todo caso eso es consecuencia de la búsqueda del rédito.

Durante 2014 el gobierno llegó a una serie de acuerdos en respuesta a una serie de litigios financieros del Club de Paris, empresas privatizadas ante el Ciadi o YPF. ¿En que se diferencian estos acuerdos con los que realizó el macrismo con los buitres?

–El origen del reclamo de los buitres es muy diferente. Ellos no invirtieron en Argentina sino que solo buscaron obtener por vía judicial una renta exorbitante, incluso para los parámetros de la valorización financiera. Eso fue lo que les otorgó el macrismo, mientras que en el anterior gobierno existió además una negociación, en la que también se buscaba demostrar la buena voluntad de pago de la Argentina frente a reclamos que en muchos casos tenían lógica. Eso no quita que para algunos los pagos realizados por el kirchnerismo hayan estado por encima de lo que se hubiera podido lograr. En su momento Axel Kicillof respondió que siempre que se llega a un arreglo, los de afuera dicen que lo hubieran hecho mejor. La realidad es que siempre se termina haciendo lo que se puede hacer. En su momento se vivió una polémica similar cuando Perón estatizó los ferrocarriles, pero con los buitres la historia es muy diferente. Ellos no invirtieron en el país ni cedieron su posición de quintuplicar su renta.

En el último capítulo de su libro cita a Rubén Dri.

–Tanto en mis charlas como en mis libros, busco que nadie se resigne a la idea de que no hay futuro, no quiero ser deprimente y decir que no hay otra solución que el socialismo, porque si bien pienso que es así, eso no es algo cercano. Por eso cite a Dri para plantear que el actual capitalismo está produciendo una profunda deshumanización y crisis mundial, que exhibe fenómenos como el de Donald Trump, y eso implica que a la corta o a la larga los pueblos van a reaccionar, la clase trabajadora tomará conciencia de la necesidad de formar un amplio frente antiimperialista. Y de hecho se ve que ya existe algo de eso, porque a la derecha no le está resultando nada fácil imponerse acabadamente, lo vemos en Brasil, en Venezuela, e incluso en Argentina. Soy optimista por naturaleza, aunque a los 81 años tal vez se me haga difícil asistir a una Plaza de Mayo, pero dentro de mis posibilidades sigo peleando.

Fuente: Página 12