¿Qué nos dejó la literatura en Salta este año? En esta ocasión una breve reseña del libro Narrativa Salteña del Bicentenario, publicado a partir del Concurso de Cuentos Miguel Ragone. Un ejemplar que agrupa manifestaciones dispares que se unen a través de una experiencia única: el cambio epocal en Salta. (Salvador Marinaro)

Los proyectos grupales parecen resurgir en la literatura argentina: en las últimas décadas han proliferado revistas y editoriales auto-gestionadas, antologías que reúnen expresiones diversas, unidas por una afinidad colectiva, y préstamos de universos ficcionales, que parecen transitar de una obra y de un autor a otro. La superación de la mencionada individualidad del escritor es quizás una de las tareas de la joven literatura de nuestro país; Salta no es una excepción.
Recientemente editado por la Cámara de diputados de la provincia, el libro Narrativa Salteña del Bicentenario se presenta bajo este presupuesto: la expresión grupal como un modo de presentarse. Se trata de una selección de diez relatos que lejos de ser la muestra de una experiencia unificada, brinda un panorama de los distintos caminos que ofrece la narrativa local contemporánea.
Estos cuentos combinan el paisaje urbano con escenarios de una provincia jaqueada por su propia historia reciente; conflictos sociales, de clase y relacionales, parejas disfuncionales, adolescentes abandonados; y en general, una centralidad de lo humano sobre el paisaje. La ciudad alberga distintas subjetividades que se presentan de un modo fragmentario y difuso: largos monólogos interiores, formas grotescas y burlonas, acompañados por relatos mínimos, contados con lo justo y necesario. Como afirma Daniel Medina en la contratapa del libro: “los cuentos aquí reunidos muestran que hay incontables formas de ser salteño sin caer en esa salteñidad oficial ligada a lo telúrico”. En efecto, la salteñidad que vienen a mostrar es una forma plural, un discurso de muchas voces.
La selección surge a partir del Concurso Miguel Ragone. Si bien se trató de un premio (y por ende, una forma reglamentada de la edición) no contaba con primeros lugares, distinciones honorarias, ni puestos jerárquicos más allá de la elección de los diez integrantes del libro. El mismo jurado estuvo integrados por escritores jóvenes con actuación literaria a nivel provincial y nacional; como planteaba Beatriz Sarlo, se dio una “legitimación horizontal”, es decir, una forma de mención entre los pares, entre colegas.
A diferencia de los grupos vanguardistas de principios de siglo, las nuevas formas colectivas se muestran a partir de un punto de fuga que los dispersa. No se trata de un proyecto programático grupal, sino más bien una forma de darse a conocer manteniendo sus particularidades.
A través de esta dispersión unificada, se observan hilos conectores que forman parte de una experiencia epocal de la nueva generación de narradores: los usos de las drogas, como en el cuento de Rafael Caro y Sofía López Fleming; la satisfacción de la venganza como en Rodrigo España, Claudio Pastrana y Carlos Vara Mora; y en general un rechazo al conservadurismo que se corporiza de diversas maneras en cada uno de estos textos.
Las técnicas narrativas recuperan elementos de la cultura rock, el bar, la cumbia y los medios digitales de comunicación. Las fronteras de la lengua se vuelven permeables, como en la prosa de Fabio Martínez, que construye escenarios atrapantes y lúcidos, o Rodrigo España, que rescata voces del quechua en una forma cadenciosa del diálogo libre.
Como en toda manifestación de corte grupal, el libro Narrativa salteña del Bicentenario debe su propio éxito a la continuidad de los proyectos que convoca. En esta edición se encuentra, en definitiva, la punta de lanza de una generación de narradores que busca renovar las letras salteñas.