Asentada la polvareda provocada por las PASO, resalta en el escenario la euforia de Urtubey, los problemas de Gustavo Sáenz y las coincidencias y conveniencias políticas que adelantan la reconciliación entre Bettina Romero y Martín Grande. (Daniel Avalos)

Urtubey está eufórico. Juan Pablo Rodríguez también. La razón de que el gobernador y su principal armador político en la provincia estén atravesados por la euforia obedece a que las listas U se impusieron en las principales categorías, pero también por lo ocurrido en el ámbito nacional. Lo ocurrido en el todo nacional importa poco a los ciudadanos que braceando diariamente en un océano de preocupaciones le importa poco la política, pero es seguido con atención por los analistas que coinciden que las PASO le hicieron un enorme guiño a un Urtubey que vio cómo los resultados del domingo enviaron al cementerio político a varios de sus potenciales rivales en una interna del peronismo mientras otros deberán luchar desesperadamente para no morir.

Expliquemos el punto recurriendo a escenas propias de los filmes bélicos y asemejemos a la provincia de Buenos Aires con una colina que en octubre del 2015 fue ocupada por María Eugenia Vidal que ganando ese territorio permitió que Mauricio Macri ganara la presidencia. En esa colina se disputó ahora la madre de todas las batallas y era Cristina Kirchner quien prometía recuperarla para luego ir por el país. Eso no ocurrió e independientemente del bochorno protagonizado por el gobierno nacional en el recuento de votos, el empate técnico viene a confirmarle a Urtubey su teoría que de cara al 2019 el techo con el que cuenta la expresidente hace imposible que esta sea una presidenciable con chances.

No es lo único que Urtubey y Rodríguez celebran. Saben bien que ahora hasta los lugartenientes más cercanos a CFK estarán preguntándose quien personalizará en 2019 el intento de recuperar el poder para un justicialismo en cuyo ADN hay una máxima del propio Perón: la política es para los victoriosos, no para los que fracasan. Y los que fracasaron rotundamente el domingo fueron también Sergio Massa y Florencio Randazzo quienes ya no podrán presentarse como un camino central a nada dentro del ancho justicialismo. No les ha ido mejora lo gobernadores que como Urtubey piden un peronismo sin kirchneristas duro y aspiraban a comandar una Liga de Gobernadores: el frente del gobernador Schiaretti en Córdoba perdió por 16 puntos con Cambiemos y el gobernador de Entre Ríos, Gustavo Bordet, perdió por sólo cinco aunque siendo las PASO una encuesta perfecta, esa encuesta y la tendencia que generó Cambiemos permiten adelantar que los resultados seguirán favoreciendo al macrismo.

Urtubey, en definitiva, precisa imponerse en octubre para quedar bien parado en la escena nacional. Para ello prepara un enorme despliegue proselitista que él mismo encabezará y que incluirá abroquelar a todos los legisladores e intendentes que le responden y machacar en las debilidades que muestren sus adversarios. Juan Pablo Rodríguez lo explicitó sin complejos el jueves en un programa de televisión: “todos vamos a trabajar por el triunfo de Andrés Zottos pero para dar fuerza al proyecto político de Urtubey”.

No es lo nacional el único motivo de euforia en el Grand Bourg. Celebran también la paliza electoral que Adrián Valenzuela propinó a Guillermo Durand Cornejo. Triunfo que permite al oficialismo provincial recuperar la banca del senado en la capital, pero también saborear la confusión que los números provocaron en el macrismo salteño y en un Gustavo Sáenz  que entre aturdido y desconcertado se aferró al hecho de que Bettina Romero fuese quien más votos individuales logro en la categoría diputado provincial.

Boxeador furioso

Lo último se entiende. Y es que aun cuando no se haya puesto en riesgo la relación entre Sáenz con sus miles de votantes capitalinos que siguen poseyendo una imagen asombrosamente positiva del jefe comunal, su capacidad para ejecutar movimientos distintos que combinados entre sí permitan alcanzar objetivos estratégicos ha recibido un golpe. Habrá que ver cuánto afecta ello su relación con la Casa Rosada a donde el intendente viajó varias veces para convencer a la mesa chica de un PRO que siempre pareció encontrar convincentes los planes de Sáenz para pintar de amarillo la Capital. Justamente al intendente se le atribuye la idea del enroque -bajar a Durand Cornejo a senador provincial y poner a Martín Grande encabezando la lista de diputados nacionales- que debía resguardarle el voto de la Capital aunque desarmando el frente provincial con la deserción del romerismo. La estrategia finalmente mostró sus límites y, dijimos, el liderazgo del intendente quedó herido aun cuando mantenga la condición de dirigente salteño con más proyección hacia 2019.

La reacción de Sáenz ante los resultados en Capital sorprende. Su acto de “ponerse la campaña al hombro” para revertir los resultados del domingo asusta a los propios y satisface a los contrarios. Algunos de los primeros y todos los segundos saben que la tarea es hercúlea sino imposible. De allí que la reacción del intendente después de los comicios se asemeje a la de esos boxeadores que tras recibir un duro golpe, deciden avanzar furiosamente hacia adelante aunque exponiéndose al peligro cierto de recibir un golpe aún peor. La filtración de un audio en que explicaba cómo convencer a vecinos y cómo impedir que la gente voto a Valenzuela lo confirmo. En el Grand Bourg esperan gustosos arremetidas de ese tipo. Para ellos “ponerse la campaña al hombro” supone en realidad la posibilidad de que Gustavo Sáenz se “ponga la soga al cuello” en tanto jugar fuerte, exponer su propia figura y finalmente no ganar, sería caer en una de las trampas más letales de la política que suelen ser aquellas que se pone uno mismo.

Parte del entorno de Sáenz lo había advertido antes de que se difundiera el audio. Fue Agustín Pérez Alsina, exsenador nacional y actual procurador municipal, quien al ser consultado el miércoles en un programa radial sobre cómo afectaban los resultados a la figura del intendente, el experimentado funcionario admitió que la senaduría por capital está prácticamente pérdida y que, en su personal opinión, un dirigente como Gustavo Sáenz que aspira y tiene chances de gobernar la provincia debe concentrarse en otras cosas: la lucha de Martín Grande por llegar al congreso nacional, las enormes chances que posee Bettina Romero de ser la candidata a diputada provincial más votada en octubre, y en la posibilidad de que la lista de concejales del propio Sáenz corra la misma suerte. Lo primero supone ser protagonista de una buena elección en la provincia y la posibilidad de montar los embriones de una estructura provincial para el futuro, lo segundo y tercero disputar interpretaciones que permitan al gobierno municipal mostrar fortaleza en la capital.

La respuesta de Pérez Alsina evidencia un problema propio del saenzismo: aferrarse a la ilusión de gobernar la provincia en el futuro inmediato, anhelo legítimo pero que parece abstraerlos de las tareas urgentes del presente que incluyen consolidar el liderazgo en la capital. No obstante ello, la respuesta posee el pragmatismo propio de quienes conociendo las lógicas de la política provincial valoran como positivo aquello que acerca al Poder mientras todo lo que atente contra ese objetivo es malo. Hoy Durand Cornejo representa lo último para no pocos. Por eso hay quienes sugieren que lo mejor es que el proselitismo de éste y del intendente se separen. Remarcan que un divorcio político de este tipo no será el primero ni para uno ni para otro y que se debería avanzar en ello garantizando al abandonado el derecho a ser contenido con algún cargo que le dé tranquilidad aunque muy probablemente en diez años se lo crucen y nadie sepa muy bien en donde rayos lo habían visto antes.

La tregua

En el mismo frente se avizora una reconciliación que hace una semana parecía imposible: Martín Grande con Bettina Romero. Son cosas que pasan en una dimensión como la política, donde las amistades y las enemistades son siempre transitorias porque lo único permanente son los intereses. Él quiere asegurarse una banca nacional, ella ingresar a la cámara de diputados de la provincia con una victoria contundente.

Aunque los medios difundieron en la semana que los contactos ya comenzaron y Martín Grande aseguró haberse comunicado con la hija del exgobernador, la verdad es que hasta ahora no hubo ni siquiera comunicación telefónica directa entre ambos. De lo que nadie debe dudar es que la tregua además de concretarse resulta natural. No se necesita ser experto para darse cuenta que las alianzas se concretan por coincidencias ideológicas o conveniencias mutuas y que en este caso se combinan una y otra variable.

Veamos: ambos comulgan con los principios fundamentales del macrismo y ambos tienen un entorno que les indica que llegó el momento de que la reconciliación se ponga al servicio de la propia acumulación de votos. Bettina ha cosechado poco más de 28.000 en las primarias y ese número podría estirarse de manera importante logrando unos cuantos miles de los 75.000 que Martín Grande reunió en el mismo distrito. Éste, por su parte, podría abrigar la posibilidad de una coexistencia pacífica inmediata que en el futuro aporte algún otro beneficio. A él lo aconsejaran los fríos cerebros de la Casa Rosada; a ella hombres como Sergio Camacho o Fernando Palópoli, quienes fueron afectados por el exgobernador a la campaña de su hija mientras él sale de escena y se limita a atender llamados que le consultan qué hacer o de ser necesario marcar algún número para pedir explicaciones sobre algún aliado que ande portándose mal.

Lo cierto, finalmente, es que en la elección de estas figuras podrá Gustavo Sáenz asegurar que la Capital marcha a pintarse de amarillo. No ya en un Durand Cornejo que hasta cierto punto debe sentirse repudiado personalmente, pensar que no tiene lo que hace falta para las grandes batallas y padecer que allí donde vaya la gente que lo conoce lo mire como el perdedor que posibilitó que el firmamento de la Capital que debía ser amarillo hoy esté atravesado por una enorme nube que responde al Grand Bourg.