La periodista Lula González se refirió a la muerte del Momo Venegas, líder de un gremio que desprotegió a los trabajadores del campo y deslizo a algunos a una lucha solitaria y letal. Fue el caso del salteño Daniel Solano quien fue desaparecido por la patronal y la policía en Río Negro.

Lula González es salteña y desde hace muchos años reside en la Ciudad de Buenos Aires. Ayer cuando la noticia sobre la muerte del titular de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE),  el Momo Venegas, monopolizaba los portales; Lula uso su cuenta de Facebook y pocas pero potentes palabras para recordar lo peor de ese sindicalista que se hizo millonario representando mal a los trabajadores más pobres del país: lo peones rurales.

“El Momo Venegas y su sindicato desprotegieron por años a miles de trabajadores rurales, entre ellos un salteño que por reclamar su sueldo y denunciar una estafa fue desaparecido por la policía de Rio Negro, en Choele Choel. Un «golondrina» como poéticamente se le dice a un trabajador explotado. Es un desaparecido en democracia. Que la historia te juzgue, Venegas, Nosotros seguimos gritando Daniel Solano presente!!!”, escribió la periodista en su cuenta.

Lula Gonzalez escribió varias notas sobre ese caso ocurrido en Choele Choel, un pueblo del medio valle de la provincia de Rio Negro, lugar donde nació el legendario periodista Rodolfo Walsh, en noviembre del 2011. En una de esas notas publicadas por Cuarto Poder el 27 de septiembre del 2014 (“Non fiction en tierra de Rodolfo Walsh”), González hizo una reseña del trabajador salteño desaparecido que a continuación reproducimos:

“Daniel Solano nació el dos de noviembre de 1984, el mismo mes en el que desaparecería 27 años después. Único hijo varón de una familia humilde compuesta por su padre Gualberto y sus cinco hermanas, su madre falleció cuando él tenía solo catorce años. Gualberto llevó adelante la familia en silencio y trabajando, intentó darle lo mejor a su familia.

Daniel era un chico pintón de buen porte, atlético, amistoso y familiero. Su sueño era jugar de arquero y lo hizo en Club Social y Deportivo Guaraní. También jugó en el mismo puesto en el equipo de fútbol de la última empresa en la que trabajó y la cual aparece vinculada con su desaparición: Agrocosecha. Era un chico común y a la vez poseía rasgos que lo hacían único: fue uno de los pocos de su comunidad que terminó la secundaria, era serio y trabajador.

Estas características que su padre conocía tan bien, le hicieron descreer de los primeros datos que la empresa difundió después de la desaparición de Daniel. En los mismos, la empresa informó que Daniel se había ido del lugar sin dinero, sin sus documentos y había partido a Neuquen sin avisar a nadie y con rumbo desconocido. Gualberto Solano también desconfió cuando la Jueza Marisa Bosco, que entendía la causa, le informó que probablemente Daniel se encontraba en Bolivia. El padre consideró que esa información era falsa.

Era el tercer viaje que realizaba al sur en busca de trabajo, como lo hacen  muchos de los mal denominados “trabajadores golondrinas”, un término poético que en realidad esconde condiciones precarias. Daniel viajó los 2300 kilómetros (dos días de viaje casi enteros) hacia la cosecha de manzanas en la localidad de Lamarque, a 17 kilómetros de Choele Choel. Solano convivía hacinado junto a otros 150 trabajadores que dedicaban casi todas las horas de sus días en el trabajo. Los “golondrinas” fueron contratados por Agrocosecha SRL, empresa tercerizada a cuenta de Expofrut Argentina, sello criollo de la multinacional de origen belga Univeg.

El viernes 4 de noviembre, Daniel había cobrado su primer mes en la cosecha. El acuerdo inicial por el que el decidió viajar era de $2000 mensuales (90 por día, que contemplaba de 10 a 12 horas seguidas de trabajo), pero sólo le pagaron la suma de $800 pesos. Posteriormente se supo que en ese momento los trabajadores planteaban la posibilidad de realizar un reclamo junto con otros 60 trabajadores que también provenían del norte del país y que en su mayoría eran salteños. Con parte de ese dinero, Daniel compró un celular con el que intercambió mensajes de texto con su novia María Luisa y llamó a su papá al que le contó, en pocas palabras, la idea del reclamo por el pacto laboral pisoteado por la empresa.

Ese viernes, junto con otros trabajadores fue al boliche de Choele Choel, Macuba. Nadie se imaginaba que esa noche iba a ser la última vez que iban a ver a Daniel Solano. Tampoco Solano sabía que los que festejaban con él y le servían cervezas, eran algunos de sus “entregadores”. Incluso existe registro fotográfico de esa noche. En ellas se lo puede ver a Solano sonriente, realizando gestos, vestido con una chomba celeste a rayas blancas y azules, jean y un pulover gris en los hombros. Esa foto con un gesto de calma y con el pulgar arriba, es la foto que acompaña todas las marchas en Tartagal y en Río Negro y se convirtió en el símbolo de un nuevo desaparecido en democracia.

Esa noche a las 2.40 de la madrugada Daniel fue sacado a los empujones por los policías de seguridad que trabajaban como “adicionales”. Una vez en la calle, lo golpearon y no se supo nada más de él”.