Integrantes salteñas de Mujeres Trans Argentina armaron kits sanitarios que se entregaron a compañeras con padecimientos. Una de las referentes del grupo, Pia, habla de cuánto coraje se debe tener para ser transexual. (Agustina Sily)

Hay un valor que practican muchas personas trans que no es visibilizado: la solidaridad. La toma de consciencia de sus necesidades comunes las lleva a organizarse y a pensar en las posibilidades de acción colectiva. Pía, junto a otras integrantes de Mujeres Trans Argentina y gracias también al aporte de almas que se solidarizaron, armaron kits sanitarios que fueron entregados en una bolsita cosida y pintada por ellas mismas a las compañeras con padecimientos.

Estas mujeres también acompañan el proceso identitario que inician las compañeras más jovencitas. Les aconsejan que se cuiden, que no se auto mediquen, que no recurran a siliconas clandestinas, las acompañan al médico. Les dan los consejos que a ellas no les dieron. Pía sabe bien que compañías de ese tipo son cruciales para quienes experimentan una historia de rechazo. “Han sido violentadas durante tanto tiempo y desde tantos frentes; por su familia, en la calle, en la escuela, por sus parejas, por los clientes y por la policía, rechazadas en los boliches, en las cafeterías y cuando van a comprar.”, ilustra una de las referentes del grupo para referirse a la realidad que acongoja a muchas de sus compañeras trans.

Pía tiene 32 años. Es una mujer trans que desde que era una loca bajita, ingresaba al baño cuando su mamá tomaba una ducha y jugaba a colocarse una remera en el pelo y un corpiño en su pecho. La inquietaba el paso del tiempo porque ya quería ser una mujer grande y voluptuosa. Ahora sabe que estaría en situación de calle como muchas compañeras si sus padres no la hubieran abrazado cuando decidió iniciar su construcción identitaria.

“Mis viejos fueron los que me hicieron respetar dentro de la familia. Cuando eran necesarias las explicaciones en las reuniones familiares, mis viejos se pusieron al frente. ‘A ella le tienen que decir Pía y si no la respetan, no venimos más’. Y no fuimos más”, comenta.

Las personas que como Pía son percibidas como no conformes con las normas de género prevalecientes atraviesan la escuela primaria entre golpes y humillaciones por parte de sus pares, siendo nombradas como el “puto” o “el maricón”.  Estas prácticas de segregación se dan en escuelas con modelos institucionales anquilosados en lo binario de sus prácticas. La homofobia y la transfobia que se vive en el ámbito educativo contiguo a la falta de aceptación que muchas de ellas viven en sus hogares, atenta contra su derecho a la educación y las expulsa a la calle.

Es técnica en trabajo social y realizó una diplomatura en políticas públicas. Le gusta leer novelas y junto a su pareja labran una huerta. Tiene un lindo amor, quien la acompaña en algunas instancias de la militancia por los derechos de las personas trans.

“Nosotras cuando estamos en pareja no somos conscientes cómo lidian con la transfobia nuestras parejas. Ellos también sufren este tipo de violencia al salir con nosotras. A muchos les cuesta visibilizarse por miedo al que dirán. Valoro a quienes tienen el coraje de sobreponerse a los prejuicios de los otros” expresa Pía.

Actualmente realiza su labor en la Subsecretaría de políticas de género. Antes lo hacía en el Programa de Relevamiento Territorial de comunidades indígenas. Un día en su trabajo anterior, la pared del ascensor la sorprendió con pintadas que decían “Pía puto. Pía se acuesta con todos”. “¿Por qué a mí? si no tengo problemas con nadie” pensó. Sintió mucho dolor y continuó su camino por las escaleras. Nadie dijo nada. Pía se quedó callada.

Hay vehemencia en sus palabras. Busca quebrar las barreras discriminatorias que encasillan a las personas de su género al trabajo en la calle para que sean evaluadas por su idoneidad y no por su identidad genérica.

Lo colectivo atraviesa su discurso. Sus proyectos a futuros están anclados en la realidad actual y en las transformaciones que se puedan lograr para que las nuevas generaciones trans vivan como sujetos plenos de derechos, en una sociedad más igualitaria que la que les tocó a ellas.

Los derechos enunciativos

En Salta es una asignatura pendiente la realización de estudios demográficos que den cuenta de la realidad concreta de la población trans. Esta información es necesaria para la creación de políticas públicas que las incluyan en la vida social, económica y cultural. Desde el movimiento de Mujeres Transexuales Argentina (MTA)  demandan que se reivindiquen tantos años de vulneración a través de la aprobación del cupo laboral que las incorpore al ámbito público. Solicitan la creación de una Secretaria y un Área de la diversidad que elabore proyectos específicos que las contengan.

La Ley de Identidad de género establece que las personas transexuales pueden  acceder a las intervenciones quirúrgicas totales y parciales y/o tratamientos integrales hormonales, todas las personas mayores de edad sin requerir autorización judicial o administrativa en los servicios de salud del sistema público y privado. Así mismo se incorporaron estas prestaciones al Servicio Médico Obligatorio de la seguridad social.

En la práctica los hospitales no cuentan con las hormonas previstas para los tratamientos y preservativos que el Estado se comprometió a garantizar. No hay médicos capacitados que puedan realizar estas prácticas quirúrgicas y acompañar los tratamientos indicados. La comunidad trans denuncia que el personal administrativo de los hospitales sostiene el trato indigno de antaño.

“Hay que tener mucho coraje para enfrentarse a las contiendas que implican ser transexual en este mundo” reflexiona Pía.