La migración hacia el oficialismo de intendentes electos por el romerismo se registra con fotos del ministro Juan Pablo Rodríguez y jefes comunales que debían tributar a Sergio Massa y ahora trabajan para Daniel Scioli y Javier David. Las chances de Gustavo Sáenz de conducir intendentes opositores se evaporan. (Daniel Avalos)

El massismo salteño también vive días de amargura. No sólo porque en el país la imagen de su candidato presidencial cae en picada; también porque en Salta no pudieron evitar lo que en la provincia de Buenos Aires ya había sido un espectáculo doloroso: la fuga de intendentes aliados que en principio debían tributar votos a Sergio Massa y ahora anuncian que trabajaran por Daniel Scioli y Carlos Zannini en la nación y por Javier David y Pablo Kosiner en la provincia. Es cierto, en Salta los intendentes en fuga no están en ejercicio porque llegaron al cargo hace apenas dos meses y con la fórmula que encabezaba el exgobernador Romero, pero la naturaleza del desplante es similar en todos los distritos.

Los coqueteos entre el Grand Bourg y los nuevos jefes comunales eran abiertos, aunque recién el jueves tal coqueteo devino en un promiscuo noviazgo entre el urtubeycismo y dirigentes de todo tipo y de todo el territorio provincial que anuncia el desmoronamiento del massismo local. Ese día, un tuit de la agrupación política “U” Confluir publicó una foto del Ministro de Gobierno, Juan Pablo Rodríguez, estrechando la mano del intendente electo de Payogasta por el romerismo Lucas Arapa. Los 113 caracteres empleados por el mensaje informaron que Arapa “trabajará por la fórmula #ScioliZannini y la lista del @FPVSalta2015”. Para que no quedaran dudas, el apretón de manos que ilustraba el mensaje tenía como telón de fondo el banner que publicita la fórmula presidencial encabezada por Scioli y la lista de precandidatos a diputados nacionales por Salta que lleva en primer término a Javier David. Rápido de reflejos, Pablo Kosiner, respondió el tuit agradeciendo el apoyo explicitado por el intendente electo.

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La imagen volvió a repetirse un día después: el banner oficial con la leyenda Scioli, Zannini y David; a un costado Juan Pablo Rodríguez con una de sus manos sobre el hombro del senador por Orán, Pablo González; y en el otro extremo el intendente electo de Aguas Blancas, Gerardo Oliva, junto a un sonriente Javier David. Oliva, también es un intendente electo con la fórmula Romero – Olmedo aunque ayer comunicó su decisión de trabajar por la victoria del oficialismo nacional y provincial en las elecciones de agosto y de octubre.

Las fotos y los partes de prensa de ese tenor se repetirán en los próximos días. Entre el lunes y martes, los electos jefes comunales de Rosario de Lerma y General Güemes por el romerismo –Ignacio Jarsún y Alejandra Fernández respectivamente– posarán de forma similar; se asegura que algo parecido ocurrirá con candidatos del romerismo que perdieron en mayo pero con buenas performances como Antonio Hucena en Orán (35% de los votos en la categoría intendente) o Hugo Camacho que en la categoría senador por el departamento de San Martín cosecho el 18% de los votos. Los trabajos siguen en marcha y el objetivo no es otro que anunciar lo mismo con otros jefes comunales que llegaron al puesto con la fórmula Romero – Olmedo: Cerrillos, El Jardín, El Tala, Rosario de la Frontera, Animaná, Aguaray y Nazareno.

Dos consecuencias prácticas de esa fuga ya están a la vista: Gustavo Sáenz en su condición de candidato a vicepresidente del Frente Renovador será el único de los intendentes salteños electos por el romerismo dispuestos a hacerle el aguante a Sergio Massa en el sentido que los jóvenes dan al término: resistir aun cuando la derrota sea un hecho; Bettina Romero en su condición de hija del exgobernador y precandidata a diputada nacional no termina de entender por qué quienes llegaron a las jefaturas comunales de la mano de su padre ahora evitan recibirla. A esas consecuencias prácticas podemos adosarle aquí una primera conclusión de tipo socio-política: el único divorcio partidario sentimentalmente difícil es el primero en tanto los siguientes sólo representan un problema de tipo económico.

Armador y estrategia

El peso electoral de los municipios que hasta hace un mes podían ser catalogados de “opositores”, permite concluir que la maniobra del Gran Bourg posee un móvil político más que numérico. Para confirmarlo alcanza con un ejercicio sencillo: suponer con mucho optimismo que esos 11 jefes comunales podían tributarle a Massa la totalidad de sus votos y concluir que la suma de los mismos apenas llegaría a las 33.739 voluntades que representan un triste 4,9% de los 686.112 votos efectivos en la provincia hace dos meses.

Ese porcentaje y las lógicas de poder ejecutadas por el urtubeycismo a lo largo de ocho años permiten decidirnos por la tesis de los móviles políticos: cooptar a los nuevos jefes territoriales para seguir garantizando al interior provincial el rol de espacio vital “U”; evitar embrionarias redes de poder no controladas por el Grand Bourg; y abortar la posibilidad de que Gustavo Sáenz emerja como la persona capaz de darle dirección política al mismo. Y es que el oficialismo está condenado a tolerar la emergencia auspiciosa del intendente electo por la capital que con 116.000 votos superó al propio Urtubey en este distrito, también bancarse el hecho de que esa figura atraviesa electoralmente al 100% del justicialismo capitalino, pero no que un potencial adversario del futuro expanda precozmente su influencia a otros dominios provinciales.

La elección de Sáenz como precandidato a vicepresidente de Sergio Massa abrió esa posibilidad y el Grand Bourg reaccionó como sabe hacerlo: alambró el radio de acción de Sáenz a la propia capital, abortó los potenciales acuerdos extra capitalinos y apuesta a que esa imposibilidad se sostenga en el tiempo sumando al bando propio a los que en principio eran potenciales adversarios. La maniobra no es novedosa ni para el urtubeycismo ni para la práctica política misma. Se trata, sí, de una lógica tan antigua que fue registrada por el historiador Herodoto hace 2.500 años cuando, registrando las lógicas empleadas por los reyes griegos, aseguraba que el negocio de estos consistía en ir descabezando las espigas que sobresalían sobre del resto y entorpeciendo la emergencia de otras nuevas.

Maniobra oficial desplegada por quién, después del propio Urtubey, es el que más poder ganó tras las elecciones de abril y mayo: el ministro de Gobierno Juan Pablo Rodríguez. El hombre que se adueñó de la lapicera que garabatea las candidaturas; la persona que fortalece los armados propios mientras busca debilitar los ajenos; el funcionario que dispone del uso de los recursos según el manejo de los tiempos y las condiciones de un terreno que siempre debe redituar en beneficio de un jefe que no es ni el partido ni el frente, sino el propio Urtubey; el operador al que ya propios y extraños aceptan como el ungido por el gobernador como una especie de Director Técnico del oficialismo para evitar las improvisaciones, controlar de la libertad de los dirigidos y encargarse de elevar al máximo el rendimiento de otros dirigentes que contentos o a regañadientes, están obligados a convertirse en disciplinadas piezas de planes que no diseñan.

Por ello mismo nadie dice nada. Saben ya que Rodríguez es Urtubey y ante ello lo mejor es ejercitar un silencio que en casos como estos, es una resignada forma de halagar al poder.

Hacia adentro

Convencido de que la maniobra ha sido exitosa, el oficialismo prepara el despliegue generalizado para las PASO de agosto. Lo hará con decisión y sin reparar que ese avance se cobrara víctimas que hasta hace poco eran aliadas: el Partido de la Victoria en general y José Vilariño en particular. Ambos saben ya que el objetivo del Grand Bourg es alcanzar unos resultados que garanticen a Javier David y Pablo Kosiner encabezar la lista definitiva de la que Vilariño quedará excluido. Por ahora, éste reacciona atacando abiertamente la súbita conversión y el supuesto arribismo de un Javier David que, sin embargo, cuenta con el respaldo absoluto del palacio “U”. Las razones políticas de semejante apoyo nunca se explicitan del todo, aunque por lo bajo reivindiquen de David un arrojo del que, aseguran, no todos pueden presumir: saltar desde el romerismo al urtubeicismo en el momento en que su jefe histórico -J.C. Romero- jugaba su propia candidatura a gobernador, los resultados electorales estaban abiertos y todo podía pasar. Arrojo que niegan incluso al propio Kosiner al recordar que su arribo al oficialismo ocurrió luego de que éste derrotara al romerismo y el propio Kosiner fuera rescatado del ostracismo al que podía quedar condenado.

Que la opción por Javier David y Pablo Kosiner pueda jubilar electoralmente a José Vilariño, es algo que al oficialismo poco importa. Entre otras cosas porque como buenos justicialistas suelen capitalizar más los errores ajenos que los aciertos propios. Y el error ajeno fue la propia candidatura a intendente de Vilariño en las PASO de abril que terminó asemejándolo al Andrés Zottos de 2013 después de su berrinche electoral: evidenciar la debilidad electoral de la fuerza y mostrar al candidato como un soldado medio tuerto, medio cojo y con músculos que no son músculos porque a fuerza de cientos de estiradas quedaron flácidos. Error que los dirigentes del Partido de la Victoria pretenden seguir disimulando con un engaño de pasillo: asegurar que la candidatura de Vilariño posibilitaba el ingreso de diputados y concejales propios en la capital. Engaño potencialmente eficaz entre los miles de salteños poco inclinados a los análisis y a la información política, pero poco fecundo entre aquellos que viven de ella. Después de todo, en ese ámbito, todos saben que el diputado electo Tomás “Tury” Rodríguez responde a Miguel Isa, que el concejal David Leiva todavía “no es de nadie”, que del resto de los ediles electos se sabe poco y que el secreto a voces en el Grand Bourg, la Cámara de Diputados, la Municipalidad o el Concejo Deliberante es que esos candidatos ingresaron por el empuje de ciertos sectores del isismo y no por la tracción del Partido de la Victoria capitalino.

Y para dejar en claro que la segura jubilación electoral de José Vilariño no genera culpas en el oficialismo, conviene traer a la memoria un hecho que pasó desapercibido. En medio de los sablazos dialécticos que Vilariño y dirigentes de su partido ensayaban contra el gobierno por el ninguneo, este bendijo a un intendente de esa fuerza como reemplazante de Sergio “Topo” Ramos en la presidencia del Foro de Intendentes. Se trata de Mario Cuenca, intendente de Campo Santo y uno de los 10 jefes comunales de esa fuerza que en mayo de este año sumaron 29.800 votos; es decir casi 4000 sufragios menos que los alcanzados por los que llegaron a la intendencia con la formula Romero – Olmedo. Ex massitas devenidos ahora en oficialistas porque, entre otras cosas, evaluaron la situación de una manera que el Partido de la Victoria prefirió obviar: que en la actual coyuntura y en el marco de una política ajena a lo heroico y apegada a la mera supervivencia, nadie puede levantarse contra el jefe y pensar que ello no tendrá consecuencias. Menos aun cuando los protagonistas de esa política no ven en los partidos los ámbitos donde desarrollan identidades políticas y lealtades electorales sino una simple pero ineludible herramienta para la competencia electoral.