Hace casi 15 años que los Desekilibrio Emocional vienen girando por los escenarios locales con el sonido punkrockero que los caracteriza. A poco de que saquen un nuevo disco, titulado “A Gamba”, conversamos con dos de sus integrantes que nos cuentan de qué va esta nueva grabación. Estado policial, iglesias que arden y ovnis. (R.E.)

La historia de esta banda puede ser la de cualquier otra banda de amigos que se juntan para hinchar las bolas y hacer un poco de ruido como quien zafa del bajón que implica vivir en una ciudad como Salta. La diferencia entre esta banda y las demás bandas es la permanencia. Cualquiera que le haya prestado atención a la escena local en los últimos 15 años conoce -aunque sea de nombre- a los Desekilibrio Emocional, un grupo de changos que vienen haciendo punk rock desde sus años adolescentes en Tres Cerritos y ahora están por sacar el disco que recopila canciones de la primera época, así como composiciones posteriores.

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Hasta ahora los Desekilibrio llevan grabados un demo en 2002 titulado “Esto es de pedo”, en 2003 graban “Amistad y punk rock” y un disco en vivo: “Una canción no es suficiente”, del año 2005. Con el paso de los años la formación de la banda también se ha ido modificando, así como los amigos que van y vienen, hasta que la formación actual ha quedado de la siguiente manera: Gastón Gonzáles – Voz y Guitarra; Martin Retambay – bajo y coros; Facundo Minestroni – Guitarra y coros; Pablo Díaz – Batería y coros.

En una de estas tardes frescas caímos hasta un bar donde en el fondo, tras el ensayo con su otra banda, Martín nos espera, al mismo tiempo llega Facundo y nos acomodamos para charlar un poco de la banda y el disco “A Gamba” que está por salir.

Vamos desde el inicio, entonces Facundo se pone memorioso y tira un par de datos de los primeros años de la banda y recuerda la grabación casera del primer demo con una premisa del punk, el hazlo tú mismo como bandera: “le pusimos ese nombre al primer demo porque tocar para nosotros era tocar de pedo, porque ninguno tenía los recursos para tocar, nos prestábamos el ampli, los platos, la guitarra. Tocábamos cuando teníamos muchas ganas y le pedíamos las cosas a quien sea y así, con la falta de recursos, terminamos grabando ‘Esto es de pedo’”.

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Tras esta primera etapa, y luego del 2004, Facundo se toma el buque y se marcha para España, con regresos intermitentes en los que no abandona la banda. De hecho, algo que remarcan los changos es que a pesar de la poca constancia que han tenido durante algunos años, la banda no se ha desintegrado, algo que en otros casos bien podría suceder. También hay que tener en cuenta que Gastón, el cantante, vive y estudia en Córdoba. Esto genera que Desekilibrio no tenga una constancia salvo en los momentos que todos sus integrantes están en Salta, como ocurrió el verano pasado, en el que hicieron varias presentaciones no sólo en Capital. Martín agrega que recuerda tocar en muchas casas con otras bandas del palo entre 2005 y 2010, en playas de estacionamiento, y bares como Hinchapelotas, Esquina Libertad. “en 2010 volvimos a tocar y ahí nos dimos cuenta que algo pasaba, porque gente que nos conocía de antes iba a los recitales y gente nueva también se sumaba”, luego agrega “hubo una brecha grande que se dejó de tocar. Luego nos volvemos a juntar, por el 2010, nos contactamos de nuevo con Facu, lo buscamos a Tubo (primer baterista), pero en ese momento no podía. Entonces con Gastón y él (Facundo) nos fuimos caminando para el centro, pasamos por la sala de ensayo de Pablo para charlar, y ahí comenzamos a recordar que él ya había compartido giras con nosotros, cuando estaba en otra banda que se llamaba Airbag, y ahí nos dijo ‘bueno, toco yo… vemos’. Y ahí otra vez nació la idea de lo que ahora se está plasmando en este disco”.

Ya entrando a la génesis de este nuevo material, Facundo agrega algunos detalles: “En 2010 volví a Salta y cuando vino una vez Gastón y nos juntamos con Martín, pensamos en continuar, pero para entonces ya no teníamos 16, 19 años; ya teníamos 30 pero dijimos bueno, lo hagamos, sigamos haciendo lo que nos gusta pero tratemos de hacerlo bien ahora. Ahí se sumó Pablo y se puso las pilas para que podamos hacer esto. Gran parte de lo que significa sacar el disco es gracias a Pablo. Entonces después del 2010 cada vez que podíamos nos juntábamos un par de semanas a armar los temas viejos con él, los temas que ya habían armado los chicos cuando yo no estaba (2005 – 2010), que nunca habían sido grabados, esa es la mitad del disco este. Después, cuando ya teníamos ensayadas esas canciones para grabar, comenzamos a hacer cosas nuevas”. Piensa un momento y luego continúa: “Ahora estamos viendo para adelante, porque ya tenemos unos conocimientos musicales diferentes y una cabeza más formada, digamos, que cuando éramos chicos. Antes las cosas que nos pasaban en la vida eran diferentes a las que nos pasan ahora. Lo que queremos hacer ahora es cerrar un ciclo, que quede grabado todo lo que pasó en aquella época. De ahora en adelante cuando nos juntamos, queremos hacer cosas nuevas. Cerrar el disco, difundirlo y hacer cosas nuevas”.

El sonido del disco lo define Martín de manera escueta pero certera: “De principio a fin todo el disco tiene una forma, son 26 minutos de punk rock”, dice y entramos a conversar de las letras que circulan en las canciones de esta casi media hora al palo. Una recurrencia es la policía y sus implicancias en la Salta vigilante de hace unos años atrás: “Los temas más viejos están relacionados a la policía, los problemas por estar tomando en la esquina, eso que nos pasó a todos y uno lo vuelca en la música. Esto está pensado más en la policía de la época de Romero, no sé si te acordás de la famosa chancha, a más de uno le pasó de estar en la esquina y que venga infantería, te caguen a piñas y por ahí vos no estabas haciendo nada, podías estar tomando algo y fumándote un faso”, cuenta Facundo y agrega que en otra de las canciones, titulada Injusticia social, arremeten contra otra de las derivaciones del encuentro con la ley: “es simple, son los antecedentes penales que te quedan por ir a la cárcel. Hay alguien que te está robando constantemente y es impune; mientras que alguien que sale a robar porque no tiene va preso y se queda ahí porque es pobre. El que tiene plata paga su libertad y el que no, se queda preso. Después sale con antecedentes y va a buscar trabajo y es todo un quilombo”. Junto con estas dos letras, la tercera que también pertenece al bloque dedicado a la cana en el disco, hablamos de Estado policial, “habla de las cámaras de seguridad, que son para ver que esté todo bien, pero a la vez estás vigilado, como en el libro 1984. Es el ojo que todo lo ve y constantemente te están observando todo lo que hacés”. Todo cierra con un tema instrumental en el que en lugar de apelar a la voz de un cantante retoman distintos fragmentos de las repercusiones en los medios nacionales e internacionales que tuvo el caso de las torturas realizadas por los policías de General Güemes.

Otra parte del disco está dedicada a reversionar un clásico del folclore, como Zamba de mi esperanza, que en este caso termina siendo modificada para terminar en “A gamba y sin esperanza”. De los peligros de meterse con la institución folclórica, nos habla Facundo: “Con el tema este por ahí pensamos que puede hacer que se cague de odio más de uno, porque crea que es una falta de respeto al folclore tradicional, pero lo que pasa con esa canción que la popularizó Cafrune, que cuando fue a tocar a Cosquín en plena época de la dictadura, estaba prohibido tocarla; pero el tipo la tocó porque la gente la pedía. La cantó y a las dos semanas lo atropellaron. Ojalá venga alguien a quejarse para contarle esta historia, es como que si ahora nosotros podemos tocar esta canción sin que nos atropellen, es como un avance en el que uno por ahí tiene un poco más de libertad de expresión. Por un lado tiene ese sentido hacer esta canción”.

Tengamos en cuenta que entre estos dos tópicos no se agota el sentido del disco, que si bien parece estar atravesado por ambos, también dedica algunos compases a, por ejemplo, un dueño garca de un bar conocido que sólo quiere lucrar con las bandas, también al amor y las amistadas que apuñalan por la espalda. Hay, en definitiva, un popurrí para todos los gustos.

En cuanto al arte de tapa, realizado por Javier Cook, los changos dicen que “es muy salteño, muy de acá”, y ante la pregunta ¿Qué quieren decir con eso?, Facundo responde: “la tapa es la catedral incendiándose, porque por más que toquemos punkrock, somos salteños todos y tenemos más o menos la cultura de acá, como te digo, en el arte del disco se ve la ciudad invadida por ovnis, ta’ todo reventándose. También está Güemes tirando rayos láser por los ojos. Entonces todo es salteño”.

El disco saldrá en un futuro muy cercano, las grabaciones ya están hechas y sólo faltan los últimos y más engorrosos detalles que implican poner guita. A fin de cuentas la idea de todo esto la resume Facundo, antes de despedirnos: “al que le guste el punk que escuche cosas de acá, letras que hablan de acá y el de afuera pueda conocer un poco más Salta”.

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