A poco menos de tres meses del 32º Encuentro Nacional de Mujeres, desde diferentes organizaciones advierten sobre la trama de resistencia que deberán tejer lxs miles que se reúnan en Chaco, donde el fundamentalismo político y religioso son abundantes.

Nota escrita por  Claudia Korol publicada en Pagina 12:

En el territorio chaqueño, donde entre los días 14 y 16 de octubre seremos miles quienes nos reuniremos en el 32º Encuentro Nacional de Mujeres (ENM), soplan fuertes vientos patriarcales que pretenden disciplinar violentamente los cuerpos de mujeres, lesbianas, travestis y trans. En Resistencia nos daremos cita contra viento y marea, desafiando al fundamentalismo religioso y político que agita la intolerancia, que amenaza, y  mata. Sabemos que tienen atrás el poder del Estado, y que tratan también de controlar a las integrantes de la Comisión Organizadora del ENM, para impedir que profundicemos nuestras luchas feministas, que desafiemos a la heteronorma, y atravesemos las fronteras impuestas por el patriarcado colonial y capitalista.

Madgalena Corvalán, de Ni Una Menos-Resistencia, advierte: “El Encuentro Nacional de Mujeres es una oportunidad hermosa, como lo viene siendo año a año. Lamentablemente hay una parte de la Comisión Organizadora muy Opus Dei, un PJ rancio -en combinación con otros sectores partidarios-, que interfieren las reuniones. Hay discriminación hacia las hermanas latinoamericanas que seguramente vendrán sobre todo de los países limítrofes, hay xenofobia hacia las compañeras migrantes. Hay discriminación hacia las diferentes identidades sexuales. Es necesario denunciar también los problemas de seguridad con una policía muy acostumbrada a reprimir”.

Desde distintas organizaciones se señalan responsabilidades. Las MCC (Mujeres Clasistas y Combativas) llegaron el 3 de junio a Buenos Aires, y marcharon junto a las Feministas del Abya Yala para que estas denuncias “suenen” en el andar multitudinario. Charo Alcire señalaba entonces: “Tenemos tres mujeres muertas en el Chaco en lo que va del año. Araceli González, en Barranqueras, Isabel Sánchez y Mariela Fernández. La investigación de la desaparición de Maira Benítez está estancada. Estamos viviendo en un estado patriarcal, donde hasta las funcionarias del gobierno de Peppo hablan de los malos tratos que reciben. Nosotras estamos en cada movilización poniendo la bandera de que Maira no aparece, denunciando los femicidios, exponiendo las situaciones de todas las mujeres violentadas que sufren la inacción de la policía y de los funcionarios del Estado, visibilizando las amenazas a las mujeres organizadas, como la vigilancia de nuestras casas, las capturas de pantallas de nuestros celulares. Estamos denunciando al Procurador General del Superior Tribunal de Justicia de Chaco, Jorge Canteros, al jefe de Policía de la provincia del Chaco, Ariel Acuña, y al ministro de Seguridad del Gobierno, Martín Nievas, que dijo que las mujeres ´somos fabuladoras`”.

Pasado un mes y medio de ese momento, denuncian un nuevo femicidio. Nos dice Madgalena Corvalán: “Estamos ante un femicidio, con un montón de elementos que lo hacen más indignante todavía. Un hotel céntrico deja alojarse a un tipo de 30 años, un policía de la provincia de Buenos Aires, con una niña de 13 años. Se aloja ahí, la mata, y luego se suicida. Una vez más el tratamiento de los medios es tremendo. Dicen cosas como: “tenían una relación de pareja”, “la mujer…”, y dan los datos de la nena. Estos factores hacen que duela mucho”. Charo Alcire interpela: “El hotel Alfil, después de ese crimen, sigue funcionando como si nada. ¿Nadie investiga qué sucedió, y que otros crímenes deben estar sucediendo ahí?”.

Como creen que son “fabuladoras”, la “Justicia” y el poder político no da curso a sus denuncias. Hablando del femicidio de Mariela Fernández, nos cuenta Madgalena Corvalán: “A Mariela la conocimos hace nueve meses por un laburo territorial que veníamos haciendo. Se acercó a una reunión de mujeres, contó la violencia que estaba viviendo por parte de quien después fue su femicida. Tuvimos que auxiliarla. Sufrimos amenazas de este violento. Mariela tenía más de cinco denuncias hechas. Una por intento de homicidio, porque él había querido matarla a ella y a su hijito, otras por agresión física. Se cansó de denunciar en la Comisaría de la Mujer y en la línea 137. Nunca recibió visita de nadie. Sus denuncias fueron cajoneadas. Nunca recibió atención psicológica. Ella vivía con un miedo tremendo porque él le decía que si lo dejaba la iba a matar, y terminó cumpliendo. Fue un golpe muy duro cuando supimos que la habían matado. El jefe de Policía de la provincia del Chaco, Ariel Acuña, descaradamente -lo decimos con las tripas revueltas- le hizo a la familia de Mariela preguntas absurdas y victimizadoras. Un rato antes del crimen, Mariela había entregado a su hijito a una vecina, con lo que creemos que lo salvó. A la mujer que cuidó al niño le preguntó: `¿Por qué te entregó al nene?`. La vecina le respondió: `Porque lo iba a matar, y porque la estaba por matar a ella`. El le respondió: `Ah, pero si yo sé que alguien me quiere matar no vuelvo con esa persona`. … ¿Cómo vamos a hacer para que en cualquier comisaría se pueda atender a una mujer desesperada, si el jefe de la Policía cree que la mujer es responsable porque vuelve con quien lo agrede?”.

María Cecilia Herrera, dirigente de las Mujeres del Movimiento 20 de Diciembre, nos dice: “No hay denuncia, botón antipánico ni perimetral suficiente, para salvar la vida de las mujeres; todas las que nos faltan son responsabilidad del Estado, el Gobierno, la Justicia misógina y conservadora, y de la Policía, que sólo está disponible para las mujeres cuando se trata de encerrarnos entre vallados con candado, para filmar nuestras caras y banderas, y para infiltrarse de civil entre nosotras, ejerciendo su aparato represor a cuanta manifestación realicemos para denunciar el brutal machismo que nos arranca la vida. Lo único que ha apaciguado un poco la violencia a la que somos sometidas, ha sido la incansable militancia de las organizaciones de mujeres, con una innumerable cantidad de marchas, actos, vigilias, acampes, intervenciones artísticas, radio abierta, volanteadas y, sobre todo, con el acompañamiento a las víctimas de violencia, obligadas a deambular aterradas de comisaría en comisaría, de fiscalía en fiscalía”.

Uno de los aspectos que recrudeció en las últimas semanas fue la agresión a las mujeres que acompañan a otras. Nos dice Magdalena Corvalán: “Mariana Núñez, una compañera del Colectivo, fue a la inauguración de la comisaría 11ª con un cartel que decía `¿Donde está Maira Benítez? Ni Una Menos. Vivas nos queremos`. La agarraron por la espalda, le torcieron el brazo, le rompieron el cartel, la arrastraron, la hicieron arrodillar. Ella empezó a los gritos. El gobernador Peppo y los demás siguieron con su show de campaña electoral. Le dijeron: `Si quiere, que vaya a denunciar a la policía`. ¿Cómo vamos a denunciar al mismo aparato represivo que nos hace esto? Necesitamos mucha ayuda para romper el cerco mediático, porque acá la pauta condiciona el contenido y la línea editorial de los medios”.

María Cecilia insiste en el lugar de la organización de las mujeres: “Es necesaria hasta para arrancarle al gobierno de Peppo una audiencia; es tanta la inacción del Estado que, después de marcar en reiteradas ocasiones el 911, Isidoro -papá de Mariela- tuvo que tumbar una ventana a patadas y remover con el palo de una escoba las sábanas entre las que se encontraba el cuerpo de su hija; es tanta la inacción del Estado que hace siete meses buscamos con vida a Maira Benítez; es tanta que estamos alertas las 24 horas del día, preparadas para salir a las calles cuantas veces sea necesario. Le tienen demasiado miedo a la mujer organizada”.

En octubre es la cita. Llegaremos miles de “mujeres organizadas” a gritar “Ni Una Menos”, “Vivas y Libres nos queremos”. Pero antes y después de octubre, es necesario fortalecer nuestros movimientos, nuestra autonomía, nuestra autodefensa feminista en cada barrio, en cada escuela, en cada lugar de trabajo. Para que crezca la Resistencia, como territorio libre de violencia patriarcal.