Se proyectará el documental “Donde hubo fuego – Memorias del Animanazo” y ponemos en contexto ese suceso que convulsiono los valles calchaquíes a mediados de 1972 recurriendo al libro “Salta Montonera”, de Daniel Escotorín.

Este fin de semana se proyectará el documental “Donde hubo fuego – Memorias del Animanazo”, una realización independiente de Santiago Álvarez, Ricardo Bima y Carlos Müller. Se trata de un acontecimiento importante porque las proyecciones se realizarán (viernes y sábado) en los Valles Calchaquíes, el lugar donde se produjo la inolvidable manifestación que logró, por un breve tiempo, que las decisiones políticas de un pueblo fueran tomadas por sus trabajadores.

Eran épocas de mucha convulsión política, en medio de la dictadura de Agustín Lanusse. Mucha información de esos años se concentra en el imprescindible y hoy agotado libro “Salta Montonera, la actuación política de los sectores populares en la provincia de Salta (1972 – 1976)”, publicado en 2007 por el historiador, periodista y colaborador de Cuarto Poder, Ramiro Daniel Escotorín.

En el libro se pone en contexto y se explica la vida política de esos años, mostrando la fortaleza de las luchas obreras de entonces. De todas ellas, el Animanazo de 1972 fue una de las más recordadas y notables. Una muestra de solidaridad entre comunidad y trabajadores pocas veces vista antes.

Escotorín asegura que “el descontento sindical, las nuevas expresiones clasistas, los curas tercermundistas, la movilización estudiantil universitaria, la izquierda desapegada de lo tradicional y adherida a la lucha foquista o a los ejemplos de los movimientos de liberación nacional, y el crecimiento sostenido de un sector revolucionario peronista, confluirán a partir de 1969 para poner racionalidad en el proceso político, para demostrar finalmente que cerrando toda válvula de salida a la participación política , inevitablemente se terminará haciendo estallar ese dique de contención”. Para el autor, el Cordobazo fue “el fiel reflejo del hartazgo social del autoritarismo, y de nuevas formas de participación y organización política”. “Los actores sociales que concurren en el Cordobazo no son circunstanciales, casuales, ni espontáneos, son el resultado de la crisis integral que afectó a la sociedad civil en pleno y fue la demostración elocuente de los nuevos factores de esa racionalidad política, que aparecían en la sociedad como alternativa al autoritarismo vigente”, explica.

1972 fue un año de lucha y reivindicaciones. Según Escotorín la juventud salteña también transitaba en ese momento por el camino de la participación política en sus diversas formas. Los estudiantes que dependían de la Universidad Nacional de Tucumán peleaban por la creación de la Universidad Nacional de Salta, para lo cual se había formado la “Comisión de Estudio de Factibilidad de la Universidad Nacional de Salta”, presidida por el Dr. Arturo Oñativia. Los estudiantes y docentes fueron perseguidos por esta exigencia, llegando a casos como allanamientos en los domicilios de varios de ellos.

El Animanazo indicaba el profundo grado de movilización social existente en el país, además del resquebrajamiento del régimen autoritario y del Estado represivo “que al profundizar este esquema no hacía sino poner en evidencia la falta de consenso que lleva a la sociedad civil, desarticulada, a una oposición directa que adopta diversos caminos para llevar adelante esta disputa”. “Pero esta debilidad orgánica –continúa el autor-, no sólo del Estado como institución política, sino como herramienta de control de las clases dominantes y de sustentación y ejecución de su proyecto social y político, no significaba una renuncia o abandono del poder de dominación; por el contrario se endurecen los mecanismos represivos para suplir la ausencia de consenso”. El historiador considera que, por otra parte, “las clases subalternas, al percibir la debilidad de los sectores dominantes, avanzan en sus reivindicaciones llevándolas del plano gremial al político”. “Esta percepción no es más que la constatación práctica de la fractura o atomización de la clase dirigente que, al no poder articular un proyecto ni políticas homogéneas frente a la movilización social, descarga sobre el Estado autoritario la responsabilidad de la respuesta, que no es otra que la represión política y social”, explica.

El conflicto

“Serán los trabajadores rurales  de los Valles Calchaquíes quienes protagonicen en 1972 una de las movilizaciones más espectaculares de esta época”, escribe Escotorín, y explica que “espectacular por el lugar donde se produce, por las derivaciones sociales que tendrá y por los ribetes políticos y sociales que la rodean”.

En junio los trabajadores de las Bodegas Animaná, que venían reclamando por la falta de pago de sus salarios desde el mes de marzo, adoptaron diversas medidas de fuerza que iban desde el paro hasta la instalación de una olla popular en el pueblo mismo. El conflicto se extendió en el tiempo y en el espacio. La CGT Salta denunció la situación de los trabajadores de las bodegas y se solidarizó con ellos. “En julio estaba como al principio, salvo el ánimo de los trabajadores que pronto agotarían su paciencia y tomarían acciones drásticas que marcarían la historia del pueblo”, anticipa el autor. “A mediados de mes proceden a la ocupación directa de las bodegas de la ‘Finca Animaná’ y luego se movilizan hasta el pueblo mismo, ocupan la Intendencia llevando sus reclamos por la falta de pago de sueldos y jornales al Estado municipal. La ocupación de la Intendencia –un hecho inédito- significaba la ocupación directa del pueblo y el control por parte de los trabajadores. Al mismo tiempo que se realiza una asamblea popular en la plaza principal de Animaná, en la que participan los habitantes del pueblo que se solidarizan con los trabajadores viñateros, estos destituyen al Intendente interventor e imponen como nuevo intendente a Inocencio Ramírez, trabajador de las bodegas. Con el control total del pueblo, en un sentido político y social directo, se resuelve cortar la ruta de acceso e imponer el pago de un ‘peaje’ de 500 pesos moneda nacional a todos los vehículos que por allí circulaban. Lo recaudado se destina a la compra de leche para alimentar a los niños del lugar y los hijos de los trabajadores de Bodegas Animaná”, relata Escotorín, pintando magistralmente el clima del momento en ese lugar.

En primera instancia, el desarrollo de los hechos desbordó la capacidad de reacción del Estado y de las organizaciones sindicales y políticas que recién con los acontecimientos ya precipitados, llevaron a cabo acciones concretas de apoyo. “Si bien la CGT ya había declarado su solidaridad con los trabajadores de Animaná no será sino en el mes de agosto que intervendrá en forma directa”, narra Escotorín. En tanto, el Sindicato de Empleados y Obreros Vitivinícolas intervino a través de su abogado, el Dr. Julio Mera Figueroa. El gobierno provincial intentó mediar sin llegar a la represión directa, evidenciando su limitación política en función de sus intereses  y de la magnitud de la pueblada. Ante la falta de resolución del conflicto, en agosto pasó a la acción directa y, luego de amenazas varias procedió a la detención y traslado a la capital de Pablo Ríos, secretario general del Sindicato de Empleados y Obreros Vitivinícolas; de Inocencio Ramírez, y de Mera Figueroa.  Ante estos hechos, la CGT repudió la represión del gobierno, decretando una huelga general y constituyéndose directamente en Animaná a través de su representante, el miembro de la Comisión Directiva provisoria, Guillermo Álzaga. Escotorín cuenta cómo siguió el conflicto: “El paro general, que se realiza el día 10 de agosto, tiene un acatamiento total en el pueblo, se realizan asambleas y marchas, una de ellas con más de 400 personas de la que participan los obreros de la bodega y los habitantes del lugar confluyendo en una reivindicación común: solicitan la detención de… ¡todos ellos!, en una recreación vívida y real de Fuenteovejuna, por cuanto consideran que son todos corresponsables de las acciones llevadas a cabo en los últimos meses, sobre todo de la destitución del Intendente. Posteriormente marchan unos 800 manifestantes desde Animaná hasta Cafayate donde realizan un acto multitudinario en la plaza”.

Tras esta última acción, todo terminó. Pero, como asegura el autor, la movilización popular rindió sus frutos: al día siguiente fueron liberados los tres detenidos (Ríos, Ramírez y Mera Figueroa), los obreros de las Bodegas lograron cobrar sus salarios y la revolucionada Animaná volvió lentamente al su tranquilidad ancestral.

“Donde hubo fuego – Memorias del Animanazo” se presentó anoche en Animaná y esta noche se realizará en Cafayate. El documental es un mediometraje filmado íntegramente en los valles Calchaquíes durante los años 2013 y 2014.  La presentación de hoy será a las 21 horas en el Museo de la Vid y el Vino de Cafayate. Acompañará el evento un show musical de Barrabino. La entrada, en ambos será  libre y gratuita.