Una interpretación particular de un personaje clásico teatral a cargo de Marité Cervera y Roxana Lugones. El Jardín Dormido toma a Antígona para centrar la mirada en la circunstancia de quien se sabe muerta por hacer lo que debe hacer. Conversamos con las autoras que en mayo vuelven a escena en Salta. (R.E.)

Es miércoles y por la tarde. Varios estudiantes de la carrera de Letras de la UNSa están haciendo fila afuera de la Escuela Científica Basilio, en cuyo primer piso funciona la Asociación Argentina de Actores Delegación Salta, donde pasadas las 16 arranca una función especial de El Jardín Dormido, unipersonal que cuenta con la actuación de Marité Cervera, dirección de Roxana Lugones y música original de Emiliano del Alba.

De la obra no vamos a adelantar nada por ahora, porque el spoiler no nos va. Lo que sí podemos es hacer algunas observaciones de lo que puede encontrarse el espectador. De entrada la disposición del espacio hace que el público sea un partícipe donado a la interpelación: dos filas de sillas a derecha e izquierda, una caja, un cuadrado de tierra y las luces. Es casi todo lo que necesita Marité para erizar la piel de las casi 60 personas que presenciamos la obra esa tarde. Casi todo, decimos, porque también está su cuerpo.

Cuando terminó la representación conversamos con directora y actriz en un cuartito al lado de donde se llevó adelante la obra, preparan unos mates y en la pared está escrita con tiza la frase que titula esta nota. Lo que sigue es un pingpong entre las autoras en el que este entrevistador casi ni intervino, salvo para hacer escazas preguntas.

Marité nació en Neuquén y cuando tenía 17 se vino para Salta, “empecé a hacer teatro cuando murió mi mamá, unas amigas me invitaron y esa era una posibilidad para despejarme. Ahí fue que me di cuenta que esto es un camino de ida y me apasiona”, nos cuenta luego de cambiarse el vestuario y sentarse más distendida frente al grabador.

Roxana es salteña actriz y profesora de teatro recibida en la UNT donde vivió hasta el 2009, luego vuelve a este valle y junto a Natalia Aparicio arma la Escuela de Arte Dramático, una carrera para formar actores. “Desde que llegué a Salta lo que me puse a hacer son intervenciones con un grupo que se llama Teatro delivery. Y luego me dedico más que nada a la dirección, y esta obra es la última que he dirigido y la más gratificante hasta ahora para mí. Es un proceso que viene desde la escuela, en una materia -Técnica corporal- que yo estaba dando comenzamos a trabajar una partitura en movimiento que le daba a cada alumno un objeto para que lo pongan como elemento condicionante y a Marité le tocó la tierra y cuando hablo con Natalia que estaba dando Actuación me dice que estaban trabajando con Antígona y los chicos a su partitura con el objeto le sumaban el texto (de Jean Anouilh) y a Marité le vino como anillo al dedo porque si hacés Antígona sin tierra es como… jaja. Así que quedó para un parcial y luego vino ella y me dijo que quería seguirla trabajando y yo le digo que vamos, pero con el texto de Sófocles, porque es el original y para mí tenía que estar. Entonces empezamos a seleccionar textos de las dos obras”, explica Roxana y agrega: “No fue un texto elegido, que dijimos ‘ay, busquemos una obra’, sino que se fue dando y yo no sé si hubiese sido un texto elegido por mí para hacer”. A esto Marité responde: “Yo tampoco. Yo quería actuar, apareció Antígona. Era la necesidad de estar en un proceso de aprendizaje en el que no es fácil enfrentar al público y la mirada del otro que siempre te está juzgando”.

“Los textos son pretextos, el actor no necesita EL TEXTO para hacer una obra maravillosa, porque puede partir de donde sea. El hecho es que cuando lo comenzamos a trabajar nos enamoramos de ese personaje porque la puesta lo requiere, porque estamos trabajando desde ella, entonces comenzamos a investigar qué es lo que dice Antígona, qué es lo que piensa y contra qué va, cuál es su condición”, recuerda Roxana y responde Marité: “no es como el resto de las artes donde hay una materialización externa de lo que se hace, porque uno es a la vez autor y obra”. “Claro, está la dramaturgia del autor y la dramaturgia del actor, que es con la que nosotras partimos, desde una secuencia de acciones físicas y de ahí le fuimos incorporando el texto. Yo pienso en una obra y pienso en una imagen; y la primera que a mí me surgió cuando pensé en Antígona fue cuando ella sale con los zapatos en la mano y tira la tierra al suelo”, vuelve a interpelar la directora.

Más allá de las circunstancias de la puesta en escena está el contenido y de manera muy general podemos resumir el periplo de este personaje de la siguiente manera: Antígona es hija de Edipo y su tío, Creón, es Rey. Sus hermanos -Eteocles y Polinices- se cagan matando y ella le da sepultura al segundo porque ha sido dejado tirado muerto como perro al ser considerado traidor. Entonces deberá enfrentar a la ley por ello.

Roxana nos dice: “Es un personaje que no despega nunca de la acción que acaba de cometer, empieza la obra y ya está en ese estado, en esa circunstancia rara, ya viene de hacerlo y siempre está esa tensión a medida de que se va despidiendo de los otros personajes”; Marité agrega que “en la obra hacemos algo como un embudo hacia el momento particular en el que Antígona, después de enterrar al hermano tiene que llegar a la casa sabiendo que va a morir, sin embargo orgullosa de haber hecho lo que hizo. Entonces es como un pequeño zoom a cómo ella transita eso”. “Lo que queríamos era trabajar Antígona desde Antígona. Al ser un unipersonal el personaje fuerte es ella y los otro son complementarios, interlocutores. Entonces tenía que pasar por lo que ella está sintiendo, no por lo que siente Creón, la Nana ni la hermana. Qué le pasa a ella cuando se enfrenta a ellos sabiendo que es la última vez que lo hará”, finaliza Roxana.

El momento que se vive en Salta en cuanto a lo que a violencia de género implica hace que esta obra sea una especie de grito desde la actuación, no únicamente por lo que en ella se desnuda, sino también porque el texto seleccionado para la representación pega justo en la llaga. “Una de las cosas que se juzga aquí es la mujer hasta dónde tiene capacidad de acción sobre su propia voluntad, su pasión, hacia dónde puede ir su corazón, quién lo determina; y en caso de transgresión, quién castiga. Entonces esta figura de Creón -el tío, hermano de la madre- la manda a matar sin piedad y le importa un bledo que sea una mujer, justamente se lo dice: mientras viva no va a mandarme una mujer. Eso es lo que pasa en Salta, un lugar con una de las tasas de femicidios más altas del país y desde el arte están realizándose muchas acciones en torno a eso, porque es como el punto de comunión con la subjetividad más importante. ¿Por qué no se le da tanta importancia a algunas representaciones artísticas en Salta? Porque hablan de la subjetividad, porque ahí generan un estado de conciencia, las imágenes despiertan cosas en las personas. ¿Por qué idolatramos una cruz?”, se pregunta Marité.

“La gente ante una autoridad, ante la ley es como que se queda ahí y obedece. Entonces Antígona va en contra de eso, que precisamente es lo mal visto y por eso termina así”, indica Roxana y Marité amplía esta idea: “Claro, esto de la obediencia; nosotros obedecemos y todas las instituciones nos llevan hacia ese lugar en el que nada puede ser cuestionado, mucho menos la institución eclesiástica… sabemos de lo que estamos hablando… Y en este caso la Ley. Entonces ella (Antígona) desobedece y es juzgada. Lo que pasa con los femicidios es eso, las mujeres desobedecen, o en realidad obedecen a su propio sentir a sus convicciones, a lo que sienten, hacia donde las lleva la pasión de su vida: a sentirse hermosas, libres, empoderadas, capaces”, luego reflexiona un poco y continúa: “Estamos viviendo una era en la que las imágenes nos muestran a todos como que estamos viviendo contentos, buena vibra, buena onda, muy alegres, muy arriba… y nos exigimos ese bienestar, que está fenómeno; pero la tragedia es el estadio y contrapunto sin el cual no nos acordaríamos lo que estar bien, alegres y contentos. A todos en algún momento les cae la ficha sobre la muerte, la injusticia, sobre LA justicia”.

Antes de despedirnos Roxana nos da su visión de la obra: “Para mí es una obra sentida, porque está plagada de nuestros sentimientos, nuestras frustraciones y nuestra entrega. Eso está ahí, latente y la gente lo recibe de alguna manera. Hay mucha entrega y tiene una carga muy especial”.

El Jardín Dormido se repone durante el mes de mayo en dos salas: el 2, 29 y 30 en La Ventolera (O’Higgins 585) a las 22 horas; y el 15 y 16 en la Asociación Argentina de Actores (Alvarado 147, al medio del pasillo).